Capitulo 49

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Darren

Sostengo su cuerpo con mi brazo, antes de que caiga de culo contra el piso frio de la ducha, apoyo una de mis manos de la pared dándome mayor soporte, nuestros pechos suben y bajan agitados, el agua cae en mi espalda relajándome. Tomo aire regulando mi respiración, busco el jabón y lo esparso con la esponja por su espalda desnuda limpiandola, la hago darse vuelta y el sonrojo en sus mejillas me hace dejar un beso en su frente, era bastante hijo de puta con ella, es la primera vez que me estoy comportando como se lo merece y la sorpresa que hay en sus ojos castaños me hace sentir culpable por no darle su lugar antes, cuando se lo ha ganado con muchas de sus acciones.

—¿Puedo también hacerlo yo? —pregunta.

La jodida inseguridad y timidez en su voz me frustra, llevamos casi dos años viéndonos desnudos y parece que fue ayer que nos hicimos por primera vez, soy paciente, no he sido bueno con ella, pero a veces siento que exagera y me desespera, no se amolda a mi, y no porque no sea sumisa, porque lo es, no se queja, se deja hacer todo como deseo, el problema es que su inseguridad la domina todo el tiempo. La veo y no es más que un corderito en un mundo lleno de lobos hambrientos.

Le entrego la esponja animandola a hacerlo, no la apresuro aún cuando se que vamos tarde, la dejo que lo haga a su ritmo, cuando llega a mi miembro... Me entrega la esponja sonrojada, me doy la vuelta para que no note mi frustración.

No todo es sexo, quizás con más tiempo logre que deje salir ese lado atrevido que las mujeres tienen y que muchas mantienen reservado, hasta que alguien logra llegar a el. Astrid me brinda calma, la que antes tenía con... Debo ser paciente, es todo. Esto es nuevo para ella, pasamos de vernos en secreto solo para tener sexo a ser una pareja formal, le estoy dando lo que tanto deseo todo este tiempo, quizás solo le tomara un poco más acostumbrarse, haciéndose a la idea.

—Vamos muy tarde, y debo pasar a mi apartamento a cambiarme —dice, con preocupación cuando salimos, se viste con la ropa que traía anoche, que sigue esparcida por el piso ya arrugada.

—Yo te cubro, ve tranquila —Camino al armario para vestirme, pero...—. Puedes traer algo de ropa la próxima vez, si lo deseas, para que no tengas que ir a cambiarte.

Me mira con la boca y los ojos bien abiertos, hay tanta incredulidad en ellos que casi me hace reir, el sonrojo... De nuevo, en sus mejillas es lo que evita que lo haga.

—No quiero incomodarte, que pienses que es muy rápido —susurra, intentando patéticamente disimular su emoción.

—No lo haces ni tampoco lo pienso.

—La traeré. Te llevaré el desayuno a la oficina, pasaré por la cafetería que te gusta.

Y ahí está, su manera tan entregada de ser conmigo. Me acerco cuando se baja la camisa.

—Gracias. Yo invito el almuerzo, nos vemos en un rato —La beso de nuevo sorprendiendola con la despedida, parece que es la mañana de las sorpresas para ella, es una lastima que su hermana no tardara ni una hora en enterarse de todo lo que hicimos, no dejo de pensar como Geovanna la manipula a su antojo muchas veces sin notar que es la causante de la inseguridad de Astrid al querer igualarla y no poder porque son distintas.

Suelta una risita nerviosa y sale casi corriendo de la habitación, haciéndome reír. Tendre también que acostumbrarme a ella, conseguiré lo que deseo, solo me llevara tiempo.

Me visto con un mejor humor, no voy una hora tarde, si quince minutos, comparado con el tiempo que he quedado fuera del horario laboral, no debería generarme algún problema.

Subo a recursos humanos al llegar a la empresa y aviso sobre el retraso de Astrid, mintiendo sobre sentirse mal, no lo ponen en duda, los dos somos responsables y trabajadores, sin ningún incidente en nuestros expedientes. Choco con Aldrich que viene concentrado en su teléfono, eso me recuerda que tengo una conversación pendiente con cierta mujer tormenta, quizás hoy es el día.

ObsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora