Epilogo

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Alice

Cuatro años después

Sonrio con los ojos aún cerrados, sus olores característicos llegan a mi nariz, el olor a mis bebés y a perfume masculino. Mi cuerpo está rodeado de brazos por todos lados, y no puedo sentirme más feliz.

Abro los ojos encontrandome con Isaac quien me abraza con mayor fuerza, tiene su cabeza encima de la mía en la almohada, a mi lado derecho aún duerme Milán también rodeandome con sus brazos. Mi muñequito uno ya tiene nueve años, me entran las ganas de llorar cuando pienso en lo mucho que ha crecido, ya es un hombrecito, pero nunca dejará de ser mi primer bebé. Casi encima de Isaac con su brazo sobre mi pecho Austin tiene sus preciosos ojos verdes cerrados. Mi muñequito número dos con cuatro años, cuyas condiciones de su llegada a este mundo no fueron las mejores, eso no quiere decir que desde entonces no nos haya llenado de momentos de alegría. Y por ultimo mi muñequito número tres de dos años recién cumplidos, Israel, se encuentra encima de mi pecho con su mano descansando en la espalda de Milán.

Mis chicos. Mi familia.

—¿Por que estás llorando, chiquita?

Como si la voz de Isaac fuese su despertador, nuestros tres hijos abres sus ojos, grises en el caso de Milán y verdes en el de Austin e Israel, mis muñequitos me miran con preocupación al notar mis lágrimas, sus cabellos rubios brillan bajo la luz del sol que entra por el enorme balcón de la habitación. Mis tres niños rubios como su padre.

Mi participación parece casi nula en nuestros hijos, sobre todo en Austin e Israel. Isaac se tomo en serio lo de hacer mas niños rubios para el mundo, lo que usa cada vez que puede para subirse el ego, porque nuestros tres hijos son preciosos, los mas preciosos que mis ojos podrán ver alguna vez.

Mi hijo mayor seca mis lágrimas con mucho cuidado y ternura, Austin se sienta en la cama llenandome el rostro de besos e Israel somnoliento acaricia mi senos pensando que no lo noto, fue difícil que los dejara, y aun cuando ya no los usa para alimentarse los extraña y me lo hace saber cada vez que puede, justo como ahora. Siento los besos de Isaac en mi cabello así como su risa, imagino que por el gesto de nuestro hijo menor. Lo conozco lo suficiente para saber que también está llorando, el llanto me gana y no puedo evitarlo, después de tanto dolor, logramos llegar aquí y la palabra agradecida se queda muy pequeña para todo lo que siento.

—No llores, mami, ¿quieres un helado? Eso siempre me hace sentir mejor —propone Austin.

—Iremos por tu desayuno —Continúa Milán.

Israel no es de muchas palabras, solo asiente sin dejar de tocar mis senos a las ideas de sus hermanos mayores. Los abrazo riéndome y llorando, son mi vida entera.

—Pidan ayudan con el desayuno para comer todos juntos aqui, ¿si, muñequitos?

—Si, papi —responden en casi unisono los dos mayores, dandome los últimos besos para salir de la habitación ayudando a Israel que no parece muy contento con terminar su contacto a esa area de mi cuerpo.

Los tres tienen sus habitaciones, estamos en Manarola, y esta casa es enorme, sin embargo, justo hoy queriamos que despertarán con nosotros. Nuestra cama es lo suficientemente grande para lograrlo, cuando nació Israel mi putito pidió cambiarla por una mas espaciosa por si en algun momento nuestros hijos quisieran dormir con nosotros, lo que nunca ocurre, ni nuestro muñequito menor con su pequeña obsesion por mis senos.

—Vamos, no van a tardar, no creo que Israel aguante mucho sin estar manoseándote.

Gruñe pero se esta riendo como yo. Isaac me hace ponerme de pie tirando de mi brazo para apresurarme, nos cepillamos los dientes rápidamente y me arrastra al balcón de la habitación.

ObsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora