Pienso dedicarme todas tus poesías a mí, cada una de las metas con estrellita dorada a mi sien.
Por haberme tragado tus concepciones como pastillas de la verdad, dejando que las afecciones secundarias como la destrucción de mi poca autoestima de lado. Muy de lado.
Irrumpiendo en esta porquería de océano lleno de mierdero, puedo atinar a darme la fe, la paz y las gracias.
El visto bueno esta en todo el arte qué me arme cuando me dejaste, pensando que ya estabas quizá hasta muerto. Y es que no puedo evitarme el coraje.
El coraje de las manos marcadas en mi cuerpo decadente, en los mecanismos de defensa qué empezaron por entablar una nueva conversación.
Estoy como tengo que estar, con los sentimientos que me tocan diluir entre pestañas y malestares.
En este espacio mental automático en que las ideas fluyen y nadie les da parada, puedo permitirme pensar en prácticamente cualquier cosa que no seas tú.
Me he desasociado del evento, creo que por eso encontré paz.
Entre momentos de lucidez nocturna pude comprender que aún no lo respirado por completo; el trauma sigue parte de mi cuerpo y las respuestas mecánicas se mantienen cerquita como para compensar la confusión.
Te manifesté muy fuerte, pero haz llegado tarde con una exactitud de 759 días. Pedacitos de certezas qué me tuve que autogestionar, lapsos de vivencia moribunda, atontada y discriminativa de cualquier cosa que no fueras tú.
La vida me daba peras y yo solo quería manzanas. He aprendido ahora a plantar mi propia fruta, soy alérgica al sabor de aquel alimento prohibido.
Parece ironía qué la vida me haya cambiado tanto y utilizaré las metáforas qué escribí para ti en un intento de destacarme a mí misma; tú musa, yo la puta creadora.
No se reduce a nada más que eso, la valentía de decir que estas canciones son para mí, tu solo has sido la nube qué cruzó por casualidad una vez mi camino.
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Los síntomas de la existencia: Diario.
Non-FictionPensamientos de un humano en crisis