¿Cuántos pedacitos de cristal tuvieron que salir volando para que me tocaran haciéndome despertar? hubiese sido increíble si todo el mundo lo presenciara también, danzando en pleno septiembre.
Un crujidero tan silencioso, que era el ultimo empujón hacia el performance en cada diamantina. SI los dioses se comunican, seguro este es su idioma.
¿Qué otra manera sería posible? la depresión empuja abajo y yo solo he volando hasta la cima. No es suerte, son las agallas que me he tomado en todos estos días.
Suena a cuento, esta romantizado aunque 100 por ciento es real, te juro que yo jamás podría haber imaginado algo así..
Si las haditas que todo sobre piensan en mi cabeza estuvieron igual de fascinadas, tomando un respiro al mirar la escena. Entonces qué puedo saber yo de la vida?
Nada.
Solo la dicha de tal evento, el linaje que ocurre de él.
Imagina además de lo que puede tocar mi encéfalo un millón ochocientos escenarios más.
Que dicha es equivocarse a veces.
Sobre todo del infortunio de la vida, en medio de la distimia es más que un milagro; es un acto de voluntad.
Y volarán mil pedazos más de las esferitas que conseguí cuando chiquita, aprenderé entonces a asombrarme siempre de las rupturas celestiales y sin pensar en nuevos comienzos.
Solo poetizar, automatizar ante las fortunas, metaforizar la risa, la alegría y cada pequeña esperanza de vida en mí.
Y no me da para más que el suspenso, el inevitable signo de interrogación que posiblemente se resuelva en cuanto el acto empiece a rodar.
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Los síntomas de la existencia: Diario.
Non-FictionPensamientos de un humano en crisis