Preguntas que me llevan a la furia

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Si tuviera que sobrevivir una ideación de suicidio con música grupera de fondo, entonces escribir con denuncias raciales y reír entra las más tristes melodías debería ser un reto que he superado.

Me estoy retando a mí misma y eso siempre se siente como un castigo.

Para ser sincera, casi todo se siente como un castigo desde los diez.

Quiero desatar mi existencia de la comezón; sanar las ronchas arde igual que no tenerlas.

La anécdota es a quien quiero culpar, no puedo sentir nunca que mi vida es productiva si no hay ningún rato.

Me cago en mi puto creador una vez más, no ha sido un engendras y te vas, sino toda la fábrica de convicciones con las que me crio.

Empiezo a la vez a comprender que no se trata de sus creencias, de sus frases o sus motivos, sino de mi interpretación.

Siempre tan pesada conmigo misma, por eso batallo en detectarlo en los demás.

Ya no sé qué más decir.

Me da rabia saber que mis últimas líneas terminaran abruptas igual.

De nuevo siento que hay un defecto en la máquina. Y la fábrica es mi cerebro.

Puto dilema querer algunas partes y otras no de ti. Te trato como si fueses un individuo completo al que puedo abandonar.

Una especie de apego evitativo que no era tan claro hasta este preciso instante.

No sé si es el sueño o la pastilla, pero ya me estoy dando terapia en estas hojas.

Filosófica hoy, mañana exclamare que nada tiene sentido.

Cuando me levanto del lado derecho de la cama existe un universo que se esconde bajo la depresión de saber que desperté cerca de estar encerrada en el closet.

Muy mala melodía para una metáfora tan pobre como tan profunda.

Estoy molesta con la vida de nuevo, quizá aún estoy en ese proceso de furia en el que puedo identificar que es imposible que todo sea mi responsabilidad.

Desearía ser más como Camus, lleno de absurdismo y no decadencia.

¿Llegare a ahí? ¿O mi vuelo solo llega a la agonía? Ese es el terrible detalle de no poder comprar tus propios pasajes.

Aunque ahora tenga quizá quinientos para gastar en las cosas menos provechosas que pasen frente a mis ojos, se siente como que algunas nunca podre costeármelas.

Como la estabilidad culerisima que me cargo desde mi uso de razón, y si no puedo costearme ni siquiera eso ¿qué puedo lograr además de este intento de wannabe?

Odio los procesos porque no es obligatorio para la humanidad llenarse de enfermedades y yo tengo que llevar esa documentación en mi equipaje.

Tener veinte es divertido hasta que me doy cuenta que estoy muy detrás. El amor propio debería cosecharse en la pubertad.

Y podría morir cualquier martes dolo para darme cuenta que no termina el recorrido, que los escalofríos solo se quitan cuando el cuerpo endurece.

Es desilusión combinada con esperanza, como cuando el rock&roll nacio por la guerra.

Cada tanto me llegan los flashazos y cada tanto quiero agradecer el pan en mi boca.

Deberíamos comenzar nuestra vida con un instructivo, una garantía, un tablero y varios peatones para adornar la sobremesa.

Pero me enfurece pensar que quizá me habría saltado los pasos, así como me brinco la biblia.

Supongo que por algo la fábrica deber poner los datos: la existencia en el espejo de mi padre nunca se asemejara lo suficiente a la vista periférica de mama.

Odio las peleas en la sobre mesa, aunque no necesito ganar cada partida, requiero que se haga de manera justa.

Puta madre con el libre albedrío; siempre me está pintando toda la gama de emociones. Y

Y se siente como una tarea al final: armar la cena, limpiar la mesa, tirar los dados y escucharnos debatir.

Para tanta risa hay antes tanto desacuerdo.

Siento que ya llegué a los límites de las malas emociones.

Podría infartarme de negatividad en cualquier momento, la maleta no soporta una piedra más, mucho menos otro papel.

Quiero existir tan solo con las tijeras, cortando todo lo que está de más, hasta que me acuerdo que soy impredecible.

Sobre pensar esta por averiar el parquímetro, y ya no me quedan monedas para dejarlo estacionado.

Desearía que el monopoly tuviera más casillas, como cuando fantaseo que puedo crear un tetris de sudokus que se resuelven con colores cada cuadro.

Somatizo quizá en todo lo que hago.

Me ha pasado un escenario repentino ante las retinas de mi verdad, quizá este es mi estándar y ahí hay un paraíso cultural, pero me han dicho que Drácula se encuentra en las montañas.

¿A quién debo escuchar si mi sensor de sobrevivencia está roto? ¿y quién lo daño?

Son preguntas sin respuesta que me llevan a la furia cuando cualquier pequeño evento caótico se introduce para mí.

Los síntomas de la existencia: Diario.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora