Capítulo catorce

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Hace mucho tiempo atrás cuando la vida no se conocía, cuando las almas eran solo pétalos de flores volando entre los pasillos y salas para desvanecerse al tocar el suelo lleno de cosmos que pertenecía al castillo de la diosa luna y el dios sol. Ellos apostaron teniendo de testigos a las estrellas y galaxias, hicieron una apuesta entre destinos y futuros, una que podría atravesar hasta el mismo universo que los rodeaba, ellos apostaron por el amor de dos criaturas diferentes, dos criaturas hechas para matar y salvar, muy contrarias pero hechas para estar juntas.

Una criatura de la noche y una del día.

- El amor no será eterno entre ellas pero una tendrá que sacrificar algo para tenerlo - dijo la luna con una sonrisa malvada en sus labios. Siempre le gustó jugar, le encantaba en realidad.

El sol no la miró en ningún momento, solo se concentró en su diario y en aquel planeta llamado tierra, su nueva creación junto a luna. Una donde tenía toda la esperanza puesta en que prosperaría y daría frutos, nuevas cosas, sería el comenzó de muchas historias.

- Yo digo que ninguna tenga que sacrificar nada, solo su amor se pondrá aprueba- después de unos segundos pensarlo el sol habló- Si no muere y el amor queda yo ganaré, me quedaré con la tierra y con tus criaturas - esta vez si observó como su compañera hacía una mueca agridulce.

-Y si muere yo me quedaré con ella y haré que tus criaturas se arrepientan por toda sus vidas- apostó la luna.

-Hecho- dijo el sol

-Hecho- dijo la luna

Los dioses así tomaron sus manos cerrando el trato y pusieron sus cartas sobre la mesa celestial y las criaturas comenzaron a nacer en cada rincón de la tierra. En una de las mitades la noche creaba sus hijos terroríficos y malvados, mientras que en el otro lado donde la luz del sol era abundante, los seres que nacían eran amables y generosos. Dos cosas completamente diferentes, hechas para destinos distintos sin saber que se cruzarían en algún momento.

Pero nunca pensaron que su propia creación se les iría de las manos, la tierra haría sus propias reglas y  dejarían a su padres, se rebelarían contra ellos.

Pero la apuesta siempre quedará en pie y siempre lo estaría hasta que el amor se vaya para no volver o hasta que permaneciera para gobernar.

¿Que pasará?

¿Quién ganará?

-Chamán, pero... ¿A quién enviaríamos para hacer tal cosa?- preguntó Minho con un deje de curiosidad en su mirada posada sobre la pareja delante suyo. Había escuchado rumores del chamán de la manada Kim, decían que el podía ver tantas cosas y que por eso es ciego, que el sabía de todo sobre el destino y los dioses, era tan poderoso que otros chamanes le pedían que los entrenaran.

Pero lo que nunca le dijeron los rumores, que fuera un hermoso omega de olor atrayente.

-Uno de ustedes ya tiene algo en mente, ¿no Alina?- el omega apuntó hacia la alfa pelirroja que se removía nerviosa en su lugar.

La nombrada se levantó de su puesto después de suspirar, su idea sabia que no sería muy bien recibida pero si el chamán la señalaba a ella significaba que sería la última opción. Todos la observaron con impaciencia, se demoraba mucho.

-Creo que nuestro prisionero nos sería de ayuda-habló  firme en su lugar, y por el rabillo del ojo el desconcierto y el enfado se notaba en la expresión de todos allí, menos en la del omega que sonreía con orgullo hacía el suelo.

✞𝑊𝑖𝑡𝑐ℎ 𝐶𝑟𝑦𝑠𝑡𝑎𝑙✞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora