Capítulo veintiocho

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Aquella noche lluviosa, en la calles rocosas del pueblo principal del reino, donde los hombres borrachos caminaban, se tambaleaban y caían en el suelo mojado y asqueroso, donde los perros abandonados corrían a refugiarse de la lluvia, donde los carruajes pasaban y salpicaban con los charcos el lodo que se formaban por el gran diluvio de la madrugada. Las gotas llegaban a su vestido todo sucio, lleno de tierra y agua, su cara manchada de las lágrimas que soltaba y se llevaban el maquillaje que portaba, sentada en una esquina oscura donde nadie la notaba.

Ella no podía más, cada hombre que pasaba era más rudo que el anterior y todo por unas míseras monedas que ni siquiera la ayudaban a comparar el pan de cada día y poderse alimentar. La vida en aquel reino era difícil, su rey robaba lo que ellos producían y tenía toda la comida y oro solo para él, los ciudadanos se quedaban sin nada, así era vida, los más poderosos sobrevivían y los débiles lo seguían aunque morían uno tras otro.

Sus compañeras al menos tenían vestidos bonitos y prendas hermosas que le daban aquellos que ellas se encontraban y seducían. La chica quería eso, quería vestidos los cuales lucir, prendas de oro y que todos estén tras de ella, pero su maldita cara, su maldita fea cara la hacía perder a los ricos y quedarse con los pobres para que la tomaran como si fuera un agujero más, ella estaba harta de su vida, de ser fea, de ser ella.

Pero cuando su vida estaba en el mayor declive llegó aquel hombre, aquel hombre que gritaba dinero y poder, aquel que la miró y no hizo mueca de asco, aquel que no la maltrató ni la violó.

Ese hombre que se le acercó y se agachó para mirarla. 

Sus ojos rasgados y sus pupilas eran como el rojo de un corazón en llamas, su piel tan pálida que brillaba con los rayos que aparecían en los cielos nublados y lluviosos de la noche, sus labios finos y rosados donde una media sonrisa surcaba y dos colmillos pequeños aparecían.

Era un vampiro, lo sabía, aquellas criaturas de la noche que devoraban la sangre de sus víctimas y mataban solo por diversión, tantas historias de terror de ellos y tenía uno delante que estaba por acabar con la suya.

Muchas hubieran huido con solo verlo, muchas hubieran gritado porque un vampiro las estaba por matar, muchas les hubiera aterrado estar cerca de tal criatura, muchas estuvieran ahora mismo en el suelo por poner resistencia, pero Natalia no, Natalia se había enamorado a primera vista, en aquellos segundos que sus ojos grandes y verdes encontraron la mirada rojiza de la persona más hermosa y peligrosa que jamás había visto en su vida, se había enamorado.

-¿Qué es lo que ocurre bella dama?- sabía que sus palabras eran mentira, sabía que solo se acercaban a las más vulnerables a decirles cosas bonitas y después se alimentaban de ellas, lo sabía y no le importaba, ya que su voz hizo estragos en su mente y cuerpo, su gruesa y hermosa voz la llevó al cielo azul que una vez imaginó, aquellas palabras " bella dama" no dejaban de resonar en su mente.

Natalia no se movía y dejaba que la hermosa criatura de la noche se le acercara y con sus pálidas, grandes y frías manos le quitaran un poco de la suciedad en su cara.

-Yo-yo no soy bella- dijo ella cuando los dedos helados dejaron su piel caliente.

-Si lo eres, tu cara es hermosa como tu cuerpo señorita- y de nuevo las mentiras para matarla, le encantaban. Le excitaban- Me daría el honor de conocer el nombre de tan preciosa mujer- no podía caer en sus redes, no podía, pero quería, quería que las manos de aquel hombre la mataran de la forma que quisiera, hasta de la forma mas escalofriante, ella se dejaría.

No sabía si fue por sus ojos o por su voz o belleza sobrenatural pero su mente y cuerpo estaban en trance, solo respondiendo a las peticiones del vampiro.

✞𝑊𝑖𝑡𝑐ℎ 𝐶𝑟𝑦𝑠𝑡𝑎𝑙✞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora