✞𝑊𝑖𝑡𝑐ℎ 𝐶𝑟𝑦𝑠𝑡𝑎𝑙✞

Capítulo dieciocho

-Serás el señuelo.

-¿El señuelo?

-Si... Tendrás que llamar la atención en el castillo, hacer que el rey se dirija hacia ti, lo necesitamos lejos del castillo, para acatar el plan, puedes usar a tu favor algunas cosas, pero el destino está cambiando de momentos, así que no todo está muy claro. ¿Podrás hacerlo?

-Claro, me encantan los retos y los más complejos son mis favoritos, pero... ¿Puedo llevar a alguien?

-Si, si puedes, pero ¿para qué?

-Necesito hacer un experimento.

✞ ✞ ✞

Los árboles se movían de un lado al otro, se agitaban al compas de la dirección del viento de aquella tormenta que siempre estaba en el bosque al otro lado además de rodear la construcción. En la entrada del gran castillo dos caballeros vigilaban el entorno, sus ojos negros se movían de un lado a otro debajo del casco hecho de un diamante tan precioso que brillaba hasta con el mínimo toque de luz en el, veían por las rendijas de sus armaduras y con sus manos apretaban las grandes lanzas del mismo material y a los costados de sus caderas descansaba una espada envuelta en piel que colgaba de su cinto.

Observaban el bosque y al puente que los separaban a unos metros de ellos, buscando algo extraño, un animal, una persona o lo que sea que se mueva, nadie y nada podía perturbar al castillo, ni a su rey. Ellos fueron entrenados y creados sólo con aquel objetivo, preservar la seguridad de su soberano, además de cumplir cada uno de los mandatos de este sin reparo.

Un arbusto muy cerca del puente empezó a sacudirse de repente, como si algo o alguien lo estuviera haciendo y no fuera el propio fuerte viento que había en aquel instante. Los dos soldados se miraron entre sí y con ella se preguntaban quién iría a revisarlo.

El de la derecha asintió, siendo el primero en dictar una orden silenciosa hacía su compañero, que este sin oponerse la siguió. Caminó pasando el puente de piedra, mientras que abajo de este una gran caída se hacía notar, un agujero oscuro y aterrador, pero el caballero que atravesaba aquella arquitectura tan bella pero al mismo tiempo aterradora no le daba importancia ni miraba hacia abajo, ya que su atención estaba puesta en aquel arbusto que con cada paso que daba más fuerte y rápido se movía.

Lo que este no sabía era que había cometido un error en dejar la entrada muy poco protegida y de no fijarse en los pequeños destellos plateados entre las sombras debajo del puente y el inicio del bosque.

Una flecha sobresalió de dentro de las ramas de un árbol antiguo al otro lado y apuntaba a aquel soldado ajeno a lo que pasaba y vigilaba la puerta además de a su compañero, su punta afilada resplandecía con la luz de la luna de aquella noche tan oscura, ni las estrellas se habían dignado a salir y el cielo solo era una sombra con una pequeña luz blanca en medio, la luna se movía sin ser notada hasta el centro, hasta la media noche, la hora y tiempo adecuado para un ataque.

La soltó cuando se confió que su puntería era la mejor, cuando el caballero había volteado un poco su cabeza, cuando uno de sus ojos se vio al descubierto entre las ranuras del casco. Un zumbido casi inaudible salió disparado con velocidad de entre las hojas, las plumas que comprendía aquella flecha que volaba, se hacían hacia atrás así dándole más equilibrio al tiro. Cuando el caballero se había dado cuenta de que algo no andaba bien la punta de un objeto afilado y alargado se clavó en su ojo derecho sin casi sonido, un disparo silencioso, penetrando todo y craneo de la gran fuerza, velocidad y agilidad con la que había sido lanzada aquella flecha.

El cuerpo cayó con un ruido sordo en el suelo de piedra que conformaba la entrada de afuera del castillo y un humo negro salió de entre las rendijas de la armadura desapareciendo en el aire, sin dejar rastro de nada dentro de la armadura de diamante.