Capítulo veintinueve

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Una batalla.

Una sangrienta batalla se daba en los cielos de una tierra condenada. Habían gritos y lamentos en el ambiente, las criaturas corrían tratando de buscar salvarse de lo imposible: la muerte. La tierra se levantaba en terremotos y los mares se removían hasta hacer las olas más grandes para tapar con sus aguas pueblos enteros, bosques e islas. Nadie podía salvarse.

Ni los dioses podían intervenir.

Una luz tan clara y preciosa se agitaba entre las tormentas oscuras de una oscuridad, luchaba por mantenerse en pie y protegerla. Sus poderes hacían hilos de flechas doradas que cruzaban las nubes de humo tóxico hasta atravesarlo, pero cada vez se movían más, se hacían muchos más. Movía su halo luminoso hasta hacerlo gigantesco y absorbiera lo que no se dejaba, pero aquello lo impedía, su poder era fuerte y temible, nadie podía con este.

Pero lo hizo, lo encontró y creó.

Debía de seguir, debía de hacerlo.

»La gran guerra nunca acaba, solo la evolucionas hasta volverla peor de lo que fue.

Grandes espadas de un negro brillante y enriquecedor nacieron del cielo y cayeron en la tierra donde la luz caía con una de estas atravesando su pecho. El dolor era grande e insufrible, brillo salía de su herida y sus luces desaparecían hasta que tocó el suelo de una tierra llena de terror y sin casi vida.

Estaba por morir lo sabía, pero en su mente llegaron recuerdos de lo que fue su vida, aquellas hermosas memorias, llenas de amor y hermosura y de sus ojos blancos salían lágrimas mirando como aquel cristal salía de sus dedos y volaba hasta desaparecer con el viento, siendo invisible para la criatura maligna. La espada se volvió humo dejando el hueco de su herida todavía latente y brillante.

Y una gran sombra se acercó con rapidez para taparla y terminar con su vida, ojos rojos se mostraban furiosos dentro de esta. Sonrió con lágrimas de cristal naciendo de sus ojos opacos de la vida que perdía cuando la oscuridad comenzó a ceñirse sobre su cuerpo debilitado y lleno de heridas, pero su sonrisa era dirigida a lo que sabía que le escucharía.

-Te amo

Fueron sus últimas palabras antes de que desapareciera entre las oscuridades y las sombras de aquella cosa tan vil que creía desaparecida.

El brillo se fue y la tierra se consumió ante tal poder.

-¡No por favor!

✞ ✞ ✞

-¿Estará bien?- escuchó decir muy bajito, era una voz conocida.

-Si... lo estará, no te preocupes hijo- sintió como unas manos tomaban las suyas, como las apretaban entre estas y como después las soltaba para acariciarlas.

-¿De verdad?- de nuevo la primera voz, le era muy familiar, pero su mente estaba en blanco, al igual que adolorida.

-Claro cachorro- la otra también la conocía, era suave y amable, como si tratara de tranquilizar a la persona que parecía desesperada.

Los olores en el lugar hacían estragos en su mente, el aroma del bosque como también el de flores y uno empalagosos de dulces y miel, respiró profundo, quería levantarse y saber.

Movió los ojos dentro de sus párpados y separó su mano todavía retenida entre las que lo tomaron con anterioridad. Tomó una bocanada de aire puro lleno de aromas, y con eso la fuerza que necesitaba para abrir los ojos y mirar.

Se levantó con esfuerzo mientras parpadeaba y dejaba que su vista se aclarara.

-¡Jungkook estás bien!- gritó un Jimin que lloraba a mares y lo abrazaba tomando por sorpresa al alfa todavía un poco fuera de lugar.

✞𝑊𝑖𝑡𝑐ℎ 𝐶𝑟𝑦𝑠𝑡𝑎𝑙✞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora