✞𝑊𝑖𝑡𝑐ℎ 𝐶𝑟𝑦𝑠𝑡𝑎𝑙✞

Capítulo treinta y uno

Sus pasos se oían tan fuertes de la preocupación que residía en su pecho, hace mucho que había acabado la cena en conmemoración a la llegada de los dos alfas y grandes lideres, pero uno de ellos: JungKook no volvía de su reunión privada con el Chamán.

Cuando se fue acercando mucho más al inicio del bosque allí lo vio, al hermoso omega y pareja del alfa Kim, salía de entre los árboles, aunque no pudiera ver, parecía saber de memoria el camino de regreso sin tropezar con nada.

El beta se le acercó hasta estar a una distancia prudente dejó salir su aroma para que el chamán tuviera el conocimiento de quién era y poder hablar.

-Gran Chamán ¿Donde se encuentra JungKook?- preguntó cuando el omega había parado su caminar y esperado.

-Fue a dar una revisión por las manadas del territorio-explicó con voz tranquila-Yo se lo pedí-agregó después de un rato en silencio.

Erick no le creyó, sabía que así por así el Alfa no dejaría de avisar a su manada, pero solo asintió a la respuesta del Chamán para después hacer una respetuosa reverencia a este.

-Gracias y perdón por robarle su tiempo- dijo mientras elevaba la mirada hasta los ojos opacos y grises del hermoso omega que no lo miraban. 

-No te preocupes.

-No, no es molestia, puede irse- Erick hizo otra reverencia pero está más corta mientras sentía los pasos del chamán tomar otra dirección.

Cuando permaneció solo en el camino el beta se quedó pensativo, Jungkook nunca fue de los alfas que se esfumaban así, que no avisaban, él era responsable, algo muy admirable para un alfa de manada.

Pero unos gritos llamaron su atención dejando que las dudas se esfumaran, eran lejanos, pero parecían gemidos y lamentaciones, olfateó el ambiente y hubo un solo olor: sangre. Su lobo interior se estremeció y salió a flote y un gran licántropo del color carmelita apareció.

Con sus patas traseras tomó la fuerza necesaria y corrió guiándose por su sentido de audición, era cerca del bosque, muy cerca pero en los casi límites de la manada.

El olor se hacía mucho más fuerte y su beta interior se preocupaba mucho más, Erick no le gustaba mucho aquel aroma, le traían tantos recuerdos malos. Agitó la cabeza removiendo su pelaje tratando de sacar aquellas memorias que volvían y él creía olvidadas en su pasado.

Después de unos minutos olfateando ya que el ruido había desaparecido cuando su cuerpo había llegado al inicio de los árboles que conformaban el bosque de la manada Kim; encontró un camino de gotas casi invisibles de sangre que se dirigían hasta lo más profundo de aquella espesura llena de plantas y pinos verdes casi oscuros por la madrugada.

El lobo se fue acercando con sigilo en su caminar, intentando de no hacer tanto ruido, podría ser cualquier criatura que haya atacado, hasta los propios vampiros que estaban cerca, podría ser cualquier cosa peligrosa, debía de estar preparado. Con los sentidos activados vigilando a su alrededor siguió el rastro de sangre salpicada en la tierra hasta llegar lo que parecía ser una trampa para vampiros hecha por los propios de la manada.

Un muchacho desmayado residía en el suelo, y de su rodilla salía sangre a más no poder, el beta se acercó y lo olfateó además de que lo empujó con el hocico para ver el rostro de la víctima.

Lo conocía, claro que lo hacía, era el saqueador de tumbas.

¿Que hacía allí?

Pero el gran animal comenzó a restregarse contra el cuerpo del chico, como marcándolo con su aroma, movía la cola feliz y Erick desde dentro estaba confundido, muy confundido.