Capítulo cuarenta y seis

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Sentía el viento chocar contra su pelaje, el aroma de los árboles rebotar en sus sentidos olfativos, la tierra entrelazarse entre sus patas, presenciaba como cada hoja de los árboles volaban alejándose de su gigantesco cuerpo, como los animales nocturnos corrían huyendo del enorme lobo que sacaba la lengua cuál perrito mientras olfateaba todo cuanto quisiese y los perseguía jugando.

Jungkook y su alfa se sentían libres después de mucho no poder experimentar tal cosa, el bosque del castillo se mostraba en su máxima expresión ante sus ojos blancos como la luna en el cielo nocturno sobre la tormenta que protegía la arquitectura. Correteaba entre los troncos y saltaba sobre otros que descansaban en el suelo, la maleza oscura lo aceptaba entre sus plantas y maldita tierra hecha solo para matar, pero no le hacían daño, lo opuesto, lo ayudaban a hacer de su juego más placentero.

Cuervos tomaron su vuelo sobre sus peludas orejas guiándolo por el bosque y con sus ojos como la escarlata lo vigilaban y cuidaban de cualquier cosa, eran guardianes que de entre las sombras nacían cada que la complexión del lobo las tocaba, sus alas parecían ser hechas de seda de negro que se cortaban al aire para dejarse caer desparramadas al suelo, de sus picos soltaban graznidos comunicándose entre sí y junto con ello el bosque se abría para que las profundidades sean iluminadas.

El gran licántropo observó entre las hojas y los pinos como una elevación se mostraba ente el y con fuerza corrió apoyándose de entre las rocas y la madera oscura para poder llegar a la cima de aquella pequeña montaña que había llamado su completa atención.

Cuando la cima ya estuvo bajo sus patas, la brisa sobre su pelaje y el cielo nocturno sin una nube de tormenta a su mirada, se dignó por un momento a apreciar la noche, a buscar las bellezas que nunca imaginó que existirían en el gobierno de la enemiga de su dios, miraba las estrellas parpadear y aquel halo de luz que crecía a lo lejos juntando estrellas y esparciendo su brillo verdoso y azulado en la negrura. El animal olfateó y sintió el bosque que le abrazaba con amor, la noche cubriéndolo y la luna mirarle sin sentimientos como siempre, tan blanca y fría como su gobierno y criaturas.

Cerró los ojos y se dejó caer en la tierra para descansar solo por unos segundos, no sentía peligro, solo aquellas aves de plumaje negro observarle y protegerle a lo lejos, a las raíces moverse con lentitud para acomodarlo, a las plantas acercarse para ceñirse sobre su cuerpo y las flores que de noche se abrían, nacer a sus alrededores.

La floresta lo protegía y lo aceptaba como uno más de sus miembros aunque fuera del día.

La sortija bajo su pelo blanco sobre sus manos, brillaba a un azul tan brillante, tan demandante que la magia del bosque se regocijaba y cantaba con murmullos su canción de cuna para hacer que el gran animal durmiera y sea arrullado sin peligro  que lo atormentara.

De entre las oscuridades una sombra aumentaba su tamaño hasta volverse una silueta, un hombre, un vampiro, un rey que se acercaba a su esposo con lentitud y lo miraba con cariño. Con pasos sigiloso caminó hasta estar próximo al durmiente que ronroneaba a su aroma, se sentó en el pasto y con sus dedos fríos como el hielo acarició las orejas de su Lobito, sentía la suavidad de su pelaje blanco casi gris, observaba como los ojos de aquel glorioso animal parpadeaban y sus pupilas blancas como el astro en el cielo le devolvían la mirada.

-Volviste...- susurró el lobo en su mente como un eco, una voz que  parecía una melodía de violín tan delicada para la bestia en su interior, que rugía contenta por los ojos de su pareja sobre los suyos.

-Si...-contestó aproximando su rostro hasta la gran cabeza de lobo y dejar un pequeño beso de invierno sobre sus pelos cálidos y acolchados en la frente-¿Te gusta?- preguntó Yoongi refiriéndose al rincón donde se encontraban.

✞𝑊𝑖𝑡𝑐ℎ 𝐶𝑟𝑦𝑠𝑡𝑎𝑙✞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora