✞𝑊𝑖𝑡𝑐ℎ 𝐶𝑟𝑦𝑠𝑡𝑎𝑙✞

Capítulo veinticuatro

La sangre salía salpicada desde su garganta y boca, veía las gotas llegar al riachuelo y mancharlo del negro que había adquirido sus fluidos al salir de su cuerpo, el color era extraño, pero lo más raro era que nadie lo escuchaba gruñir ni venían en su ayuda, no había nada que lo socorriera, solo estaba aquel vampiro con sus manos llenas de su sangre o de lo que el creía que era.

No tenía sentido alguno, la sangre de un licántropo siempre ha sido de un rojo tan intenso que hasta los propios humanos le tenían envidia de su brillante color, una característica de su Dios: el sol, aquel rojo tan hermoso que desprendía y corría por sus venas representaba el calor y la luz mientras que las criaturas de la noche casi ni tenían sangre o no la portaban.

El líquido salía y se desprendía de su cuerpo, pero el dolor no era mucho, solo era un cosquilleo en la zona afectada, extraño.

-No lo puedo creer- escuchó salir de los labios del otro primer vampiro mientras que este miraba sus garras azules manchadas de lo que se suponía que era la sangre del lobo.

Los ojos bicolor se posaron sobre los azul mar del dueño del charco negro que descansaba y goteaba en sus manos, en ellos se encontraba el sentimiento que nunca había visto en uno de su especie: miedo, los vampiros nunca tenían terror, ellos no tenían sentimientos.

Jungkook se apretaba la garganta con sus dos manos tratando de detener el fluido de este, pero sin existo alguno, aquella negrura líquida salía con una exuberancia interminable y abarcaba todo lo que rodeaba al chico sin este darse cuenta.

Aquello estaba marcando territorio en él y no lo sabía.

Con un poco de dificultad abrió la boca cuando su saliva ya no se combinaba con las aguas viscosas y oscuras que se acumulaban en su garganta y subían hasta su lengua haciendo de que sus labios salieran sin pedir permiso alguno, asqueroso.

-¿Q-Que?- logró decir en un tartamudeo muy bajo, pero Min lo había escuchado a la perfección.

-¿Acaso no lo sabes, baboso?- preguntó agridulce hacia la sangre que rodeaba al lobo, pero se acercaba con disimulo, debía de hacer una prueba y saber si sus teorías eran verdaderas.

El líquido paró de repente de salir de la herida que raramente no dolía ni ardía, pero si se llevaba todas las fuerzas de su cuerpo. Separó sus manos de la piel que fue desgarrada en su cuello y con su tacto buscó la apertura que habían dejado las garras del vampiro, no había nada allí en su cuello, ni siquiera una cicatriz. No entendía como pasó aquello, su instinto nunca percibió el ataque y este nunca fallaba, después de la extraña pregunta nunca se imaginó la embestida:

-¿A quién le perteneces?- la pregunta le sorprendió.

¿Que quería decir con eso? Pensó

-Yo no le pertenezco a nadie- le respondió con enojo señalándose a sí mismo con el pulgar.

-¿Seguro?- la ceja bien definida del ente oscuro se arqueó y sus ojos seguían brillantes y expectante a cada acción hecha. Si estuviera en otra ocasión le hubiera parecido fascinante la luz y los colores en sus pupilas, pero ahora ni se concentraba en eso.

Algo dentro, en su pecho, dolió de momento, como si le dijera que aquello era mentira, que había algo, una persona. Aquello lo hizo dudar en su respuesta que el pensaba confiada y fuerte.

-S-si- su voz salió insegura, pero no tenía la culpa, eso dentro del lobo lo hacía dudar hasta de sus propios pensamientos, preguntas y respuestas, hasta de su propia libertad.