Capítulo cuarenta y cinco

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El chillar de pequeñas ratas se oían cruzar los muros llenos de musgo asqueroso y humedad del agua que aparentaba ser invisible, gotas de aquel líquido caían a cada rato en el suelo rocoso haciendo un ruido vago que rebotaba entre los ladrillos y volvía para repetirse con otra gota que buscaba el efecto de la gravedad, el hierro de los barrotes que simulaban no estar cuidados por el óxido que se propagaba entre su material contrario a la resistencia ante cada embestida del único prisionero en la celda.

-Es inútil, ya deja de hacerlo- comunicó Linnet recostada en el muro fuera de la jaula mientras observaba algo muy interesante en sus delicadas manos.

Suga bufo para intentarlo una vez más. Dejó que su poder se acumulará en sus dedos, recitó aquel hechizo que sabía de memoria y con la fuerza que uso desde un principio y el halo de luz azulada que se fue formando con el pasar de los segundos arremetió de nuevo contra lo hierro que le obstruía su libertad.

Igual.

-Ves, no puedes hacer nada, esta celda fue creada para resistir cualquier hechizo- esta vez la vampira dejó sus uñas y le miró con media sonrisa, daba miedo.

-No soy tonto, sé para que fueron hechas estas jaulas, yo mismo las cree, pero parece que mi hermano las reforzó- sonrió aunque no diera nada de gracia lo que acababa de decir, tras eso se sentó en suelo para descansar un poco, ya mucha fuerza fue la que perdió tratando de destruir el hechizo de la jaula- Simpre tan inteligente, sabía que esto pasaría- halagó a su gemelo dando un suspiro al aire.

Linnet desde su lugar observaba curiosa al gemelo, está era la primera vez que lo veía de cerca, con más detalle, su parecido con el señor era hasta escalofriante, solo sus ojos bicolor y el cabello hacían la diferencia entre ellos, lo demás estaba a la medida de un doble sin imperfecciones del Rey. Sin embargo aquello no era lo que más le atormentaba del prisionero, pues habían muchas preguntas en su cabeza desde que apareció en el reino, Linnet trataba de contestar cada incógnita que se creaba, pero cada vez era más difícil hacerlo, la presencia de él era inaudita en el castillo.

-¿Qué quieres saber?- la voz de Suga la sacó de su lago de preguntas y posibles respuestas, dejando que quedara sorprendida ante la deducción del vampiro por su comportamiento.

Sabía a qué se refería él con la pregunta.

-¿Por qué viniste? Tienes prohibido entrar al reino y lo hiciste- sacó la que más la inquietaba en su mente, la que más rodaba y caminaba de allá para acá sin dejarla tranquila.

El contrario bostezó ante la pregunta hecha, como si no fuera tan relevante.

-Problemas de hermanos que no te incumben.

Linnet alzó un ceja con intriga.

Ella no era nadie para opinar sobre la familia del primer vampiro, pero era sabido que entre los hermanos nunca hubo una buena relación, desde que los conoce nunca los vio juntos, era difícil hacerlo. Pero ahora, el propio Suga visitando el castillo principal solo para ver al rey y hermano, era imposible de creer.

Le miró tratando de descifrar cada cosa que el primer vampiro al frente suyo pensaba, trataba de buscar una respuesta que no había.

Suga sonrió al recordar algo, estaba aburrido, así que un poco de diversion no le haría un mal a nadie.

-Ahora que lo recuerdo, tú eres una gobernante- empezó llamando la completa atención de la vampiresa- ¿Qué haces aquí y no en tú reino, Linnet?- preguntó el gemelo repentinamente con burla.

La mencionada apretó los puños y frunció el entrecejo, el vampiro la trataba de humillar, eso era claro. Estaba por abrir la boca y decirle que se callara, que no tenía derecho de hablar cosas que no le importaban, pero este se le adelantó.

✞𝑊𝑖𝑡𝑐ℎ 𝐶𝑟𝑦𝑠𝑡𝑎𝑙✞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora