✞𝑊𝑖𝑡𝑐ℎ 𝐶𝑟𝑦𝑠𝑡𝑎𝑙✞

Capítulo veinticinco

El humo se paseaba entre los pasillos dentro de la gran casa principal, los centinelas que cuidaban las puertas quedaban hipnotizados por segundos viendo aquella cosa que se deslizaba en visión, los ojos de ellos quedaban por momentos azulados brillantes y después volvían a la normalidad, como si nada raro hubiera pasado. La sombra azulada se movía de un lado a otro, entraba a cada habitación, salía de estas y volvía a entrar, rodeaba cada sala y buscaba, detrás de ella quedaba una stela de su poder para después desaparecer entre las paredes y la ventisca que se colaba.

Cuando pasó por un corredor desconocido unas puertas de gran lujo, hermosas y de madera fina y elegante, llamaron toda su atención entre todas las demás normales. Estas se mantenían un poco abierta, una abertura le dejaba ver todo lo que acontecía dentro. El humo azulado se asomó así haciendo que por la rendija no entrara ninguna gota de luz por su oscuridad de color del mar en la tormenta más aterradora.

Personas se movían de un lado a otro, llevando cosas en las manos y después dejándolas sobre una mesa la cual no podía al alcanzar a visualizar gracias a la puerta que le obstruía. En la gran cama descansaba un cuerpo que parecía casi moribundo, parecía estar en el hilo de la vida y la muerte, estaba pálido y sus ojos cerrados con fuerza, parecía resistir un dolor insufrible que nadie allí notaba lo tan fuerte que era, su cara con su piel lechosa y brillante por las gotas transparentes que se deslizaban hasta su cuello, aquella persona tapada con sábanas finas de seda blanca y verde claro no dejaba de soltar alguno que otro gemido de dolor.

Subió un poco más la vista hasta la pared a un lado de la cama donde dos grandes cadenas que se tensaban por un peso que colgaba de ellas: un gran hombre de musculatura pronunciada dormía o eso era lo que  creía ya que sus brazos colgados de las cadenas yacían tensos al igual que su expresión, sudor recorría su frente y el ceño fruncido abarcaba todo su rostro mostrando así una incomodes que no podía quitar.

De momento sintió pasos acercarse a la puerta venían del otro lado del pasillo, la sombra con ímpetu traspaso la madera de una puerta de unas de las tantas habitaciones vacías en los alrededores. El retumbar de los pasos se convirtió en grandes hombres con armaduras de piel de algún animal que un principio fue feroz y ahora residía como tela para ropas. Los grandes guardias llegaron a la puerta donde anteriormente el humo miraba, estos ni siquiera tuvieron la intención de tocar ni pedir permiso para entrar, parecían agitados y ansiosos observando a todos lados, buscando o vigilando, no sabía.

Los hombres de gran musculatura entraron y dijeron algunas cosas que le fueron un poco difícil de escuchar, pero una oración que fue gritada la entendió a la perfección:

-Debemos de proteger al los Alfas, los descendientes sintieron la presciencia de la magia negra, necesitamos resguardar la casa- había dicho uno de los hombres a los demás que residían dentro de la habitación.

Después hubieron unos murmullos y tras eso se escucharon los pasos agitados de más personas salir del cuarto. El humo se desplazó hasta la puerta cuando los demás habían tomado rumbo por el otro lado de los pasillos de la gran casa, está sombra color cielo de tormenta se fue desplegando hasta solo dejar ver a un vampiro con sus ojos de dos colores diferentes y su cabello negro brillante, piel pálida y expresión de un fastidio palpable.

Sus dedos tocaron la puerta y esta se fue abriendo poco a poco dejándolo ver que una chica se había quedado en la habitación, esta al notar el chirrido grave de la madera moverse hasta quedar abierta, miró.

Sus ojos se abrieron y sus pupilas temblaron con miedo, un ente de oscuridad abarcaba toda la entrada y sus dos pupilas de colores tan brillantes y hermosos la miraban, la analizaba. No tuvo ni tiempo de gritar ni de llamar a su pareja por medio de la marca de unión, ni de protegerse a sí misma con una lanza que le habían dado los centinelas para resguardar la seguridad del Alfa Kim y su omega y gran chamán, el cual no hacía movimiento alguno en la cama donde descansaba.