Capítulo 5

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El atardecer era una increíble gama de colores en el cielo, difuminándose con delicadeza entre las nubes, se arremolinaba como pinceladas imposibles, colores efímeros y dulces, un nuevo tono detrás de otro acariciando los altos rascacielos, mezclándose con el azul del cielo y encendiendo la monotonía, como si su belleza nunca fuera capaz de ser rota por el ruido del mundo. Seguía moviéndose como si bailara, hasta que la luz tuviera que morir y el firmamento se encendiera como si celebraran la vida.

A Tsukishima le gustaba mucho esa pequeña transición, que fuera tan tranquilo, que una brisa fresca siempre lo acompañara y el murmullo de las hojas cantara en silencio. Apacible, el último suspiro de ese gran disco solar era la ilusión más cálida del mundo, porque se grababa en su alma, porque vivía en su memoria y abrazaba en su corazón con un sentimiento persistente que no podía describir. Efímero, etéreo, hermoso, tan hermoso que a veces le daba pena que nadie más se detuviera al menos un momento para reconocer su existencia.

— Es bonito...

— Sí, en realidad...lo es.

— ¿Si? — ¿En realidad? Oh ¿Lo dijo él? Miró al hombre que se había quedado parado a su lado y ladeó la cabeza — ¿Kuroo?

— Oh, discúlpame, el atardecer...estábamos hablando de algo y creo...creo que me distraje más de lo que debí — Kuroo, que se había quedado mirando en silencio el rojo atardecer le dedicó una sonrisa incómoda, como si estuviera disculpándose por su torpeza — No estaba tratando de ignorarte, es solo...no sé, me dio la impresión de que el cielo era más brillante de lo normal esta tarde y me dejé llevar ¿Te molesté?

— No, yo también...

Tsukishima ladeó la cabeza y jugó con el conejo sobre su mano, también se había quedado mirando por lo que no estaba prestando mucha atención. Le gustaba mirar, pero no esperaba que la persona que caminaba a su lado también hubiera hecho lo mismo. Los Alfa no eran famosos por ser personas muy delicadas, siempre iban por ahí presumiendo sobre lo buenos que eran y sólidos que eran sus músculos, no le extrañaba que los beta los odiaran tanto en realidad, aunque otros los idolatraban, eso lo hacía peor. Los dos casos lo hacían, como si el rencor o la alabanza solo sirvieran para alimentar su ego inflado.

Como si los convenciera de que el mundo debía adorarlos o algo así, Kuroo no podría haber sido una persona diferente. Era un mujeriego, obviamente tenía que ser lo mismo, tal vez esta pequeña muestra de lo que fuera era solo un truco para engatusarlo, pareciendo una persona interesante y sensible. No podría esperar que le creyera y lo alabara, sin embargo Tsukishima no pudo evitar abrir la boca y querer preguntarle.

— ¿Te gusta el atardecer?

— Me gusta, no salgo a menudo, así que disfruto mucho viéndolo desde casa...es una zona alta y la vista es muy hermosa, tal vez pueda mostrártela alguna vez, creo que te encantara.

¿Alguna vez? Que listo. Eso también debía ser una mentira y un truco bastante bueno, no estaba perdiendo el tiempo para tratar de arrastrarlo a su habitación. Una persona diferente quizá habría estado encantada, era una lástima que Tsukishima no fuera cualquier otro de esos con los que debió haber jugado antes ¿Cómo se atrevía? La idea de ser tratado como otro tonto más fue un poco molesta — ¿Debería ir corriendo obedientemente al dormitorio de un Alfa que acabo de conocer?

— Oh, no, no ¿Parece que estoy siendo demasiado atrevido? — las comisuras de los labios del moreno se arquearon al ritmo de una sonrisa avergonzada y suave — Tal vez debí haberlo explicado un poco mejor, si quiero invitarte y me gustaría que lo vieras porqué parece que también te gusta — se frotó la nuca con la mano, la luz estaba detrás de él, bañando su figura con un halo rojizo y derramándose sobre sus ojos como dulce miel — Pero...me refiero...mi tienda, tengo una tienda, vivo en la parte de arriba y creo que sería fantástico que pudieras venir a vernos alguna vez, antes...estábamos hablando al respecto antes ¿No?

Be Mine, Dear  [Omegaverse]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora