Capítulo 63

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Honestamente, Kei era tan hermoso que no tenía siquiera un poquito de sentido. Pestañas doradas, una naricita respingada y arrogante, labios tan jugosos y rosados como la tentación misma, piel pura y blanca, sus cejas, el mentón, lo perfectos que eran sus pómulos y lo tersas que eran sus mejillas, desde su mirada orgullosa o lo fascinantes que eran sus ojos, cada detalle como si encarnara la perfección misma y su existencia fuera una bendición.

Como un Ángel o quizá más que eso, algo que era tan divino que ningún mortal tenía derecho a mirarlo, un ser perfecto que no lo era en absoluto y por lo tanto era aún más precioso que nada, que nadie, que absolutamente todo lo divino.

— Tu...— le tocó la mejilla.

Kuroo a menudo se quedaba pasmado de su belleza y se daba cuenta de lo increíble que era, que lo hubiera mirando siquiera una vez, a él que nunca tuvo mucha suerte, a él que quizá no era el mejor entre los mejores, a él que a menudo era cobarde y dudaba. No tenía sentido ¿Verdad? Pero lo hizo y fue tan precioso como doloroso cuando se dio cuenta de que lo estaba perdiendo.

— No vas a estar muy feliz si me miras aquí ¿Verdad? — acarició los mechones rubios de la frente de Kei con una sonrisa amarga.

Últimamente estaban en una situación en la que no sabía que pensar, como si caminara sobre hielo todo el tiempo. Había perdido la cuenta de las veces en las que quiso aferrarse a Kei y derramar toda su dulzura sobre él, en las que quería hablar con él sobre el bebé, en los que quería soñar, hacer planes para el futuro, emocionarse, sonreír, decirle todo lo que esto lo hacía feliz, la idea de ser padre, de ser una familia, de convertirse en compañeros y estar juntos para siempre, de abrazarlo, de cuidarlo, de protegerlo y quedarse a su lado en cada momento.

Tanto, tanto, tanto que ya se estaba volviendo loco y no sabía qué hacer.

Le besó el cuello. Podía hacer un intento por ser frío y un poco arrogante, pero no podía cambiar mucho el deseo de su corazón.

— Hey, te amo...

Le acarició la mejilla ¿Habría sido tonto que se lo hubiera dicho antes? ¿Habría sido muy débil de su parte que se hubiera entregado a la dulzura del amor? ¿Un Omega no necesitaba un Alfa suave? Lo estaba intentando mucho, se reprimía, miraba de lejos y soñaba en silencio. Estaba haciendo lo que podía para cuidarlo, para protegerlo, para ganarse su afecto, para que lo mirara, para que lo notara más. Quería volver a gustarle, quería que lo amara, pero la situación no había cambiado absolutamente nada desde que todo se rompió.

Y tal vez era todo lo contrario.

¿Todavía no lo estaba haciendo lo suficientemente bien? Bokuto sugirió muchas cosas antes, no las había olvidado, pero Kuroo entendía que no se podía mover de manera imprudente, por el bien de la salud de Kei y por la seguridad del bebé, porque al final de cuentas no estaba en su naturaleza y su corazón solo quería amar con dulzura ¿Necesitaba presionar un poco más? ¿Tenía que ser más duro? ¿Podía ser capaz de hacerlo?

Si cada día era como si su corazón estuviera a punto de romperse.

— Nos vamos a casar pronto — le besó la nuca, Kei se agitó, acurrucándose tiernamente entre sus brazos, manos blancas y delgadas le apretaron la pijama, su cabeza se frotó contra su pecho, en un suspiro dulce.

Y Kuroo apenas fue capaz de resistir la locura que suponía querer hacerlo suyo, abrazarlo con pasión, besarlo con ternura, tomarlo con todo su afecto desesperado ¿Por qué? Tal vez el que fueran tan compatibles era la suerte de su vida, él, que nunca creyó en el destino, se regocijaba y al mismo tiempo temía.

Be Mine, Dear  [Omegaverse]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora