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Solté un pequeño bostezo caminando junto a Isabel después de que saliéramos del desagüe para volver a la ciudad. Levi le había reprendido el meterse en problemas con algunas personas de los niveles bajos que son peligrosos si es que vas solo y ella suele confrontarlos sola creyendo que no pueden hacerle nada.
—Él tiene razón, no te metas en problemas con ellos.
—Pero siempre me provocan.
—Ignóralos, no valen la pena —golpeé su frente ligeramente con una sonrisa—. Creí que después de un año entenderías que él lo hace por nuestro bien.
—Es demasiado mandón a veces.
—Lo sé.
A solo unos cuantos metros de llegar a casa nos detuvimos a causa de un hombre de avanzada edad de pie aparentemente esperándonos. Él observó un reloj de bolsillo que traía y luego lo guardó.
—¿Quién es ustedes? —habló Isabel con un gesto desconfiado.
—Vengo a pedir sus servicios.
—¿No sé habrá equivocado de casa? —dudó Furlan—. No somos los que aceptan cualquier trabajo.
—Les pagaré mucho.
—Vete —ordenó Levi ignorando sus palabras y pasando de largo con nosotros detrás.
—Aunque ya les había pagado un adelanto —interrumpió nuestro andar.
—¿Es una broma? Es la primera vez que lo vemos —recriminó Furlan fastidiado.
—Sí, pero tal vez a él lo conozcan —señaló una casa cercana.
Ahí hay un carruaje y una persona salió de la casa para subir a ese transporte. Lo identifiqué, es el chico que había enfermado hace tiempo y que Furlan ayudaba con el poco dinero que podía para conseguir un doctor o medicina.
—Su pierna está al límite, debe ir a un hospital en la superficie.
—¿Qué es esto?
—Ya les dije, un adelanto. ¿Escucharán mi propuesta?
—Está bien —los tres miramos a Levi sin creer que de verdad está considerando hacer lo que sea que ese hombre quiere que hagamos.
