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Salí de la oficina de Erwin después de haberle entregado un par de papeles que Hange le envía. Se suponía que era día libre, aunque algunos no se toman ese día por todo el trabajo que tienen, además de querer asegurarse de que los preparativos para la expedición estén listos.
—Creí que no trabajarías hoy —habló Levi una vez que estuve afuera.
—Solo viene a dejarle un par de cosas a Erwin —señalé la puerta detrás de mi—. ¿Estás listo para irnos?
Afirmó con un sonido de garganta que solo lo hace más sexy de lo que es usualmente. Levantó un poco su mano mostrándola para que la tome y así podamos irnos e iniciar los planes de nuestro día libre. La tomé entrelazando nuestros dedos, sintiendo lo fría de la suya, la cual poco a poco fue tomando un poco del calor de la mía.
Ambos salimos de las instalaciones del cuartel, con dirección a aquel restaurante al que vamos con menos frecuencia que antes. Desde que tenemos esos puestos tan importantes dentro de la legión, nuestro tiempo libre se redujo notablemente. Mientras caminábamos por las calles de la ciudad, noté las miradas "disimuladas" de las personas que estaban en las cercanías. Actualmente era difícil asegurar que haya al menos una persona en los muros que no sepa quien es Levi o quien soy yo. Conocen nuestros nombres, aunque ellos nos llaman de maneras diferentes. Esa fama trae algunas cosas que no me gustan tanto y unas de esas cosas son las miradas de muchas mujeres sobre él, a las cuales no les importa si todos saben que estamos juntos ni que yo esté junto a él, ellas lo acechan con miradas deseosas, tal y como lo hacen ahora mismo.
—El soldado más fuerte de la humanidad —hablé dándole una sonrisa juguetona, sabiendo que no le agrada mucho ese apodo—. Debería sentirme tan honrada de salir con él, ¿No crees? Soy la única que puede dejarle marcas en el cuello a ese soldado —solté su mano para poder bajar un poco el cuello de su camisa y dejar al descubierto la marca hecha por mí la noche anterior.
—Eres la única que puede hacerme más que eso —se detuvo frente a mi rodeándome con su brazo en mi cintura, acercándome más a él—. Cuántas veces quieras.
Con su mano libre tomó un poco de mi cabello pasándolo por detrás de mi oreja, acariciando mi mejilla mostrando una sonrisa que solo yo podía ver.
—No hay motivo para que estés celosa —fruncí mi entrecejo alejando un poco mi rostro para evitar que me bese.
