Vanidad Equivocada

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Todo el tratamiento fue fabuloso al final.

—¿Cómo te sientes, Erika? —una vez recogiendo nuestra ropa, la directora nos transportó de vuelta a su oficina, ni siquiera tuve tiempo de cambiarme.

—Como si flotara —respondí muy relajada.

—Supongo que es normal.

—Todos flotan...

—Y aún tenemos media hora, ya sólo falta tu ropa —tras el tratamiento de spa al que seguro llevaré a las chicas, incluso me arreglaron el cabello, cepillandolo, cuidándolo y rizando ligeramente.

Las uñas de mis manos y pies también se veían hermosas.

—¿Entonces me ayudará con eso?

—Erika... ya te ayudé mucho hoy, sería muy turbio llegar hasta aquí para dejarte sin nada qué ponerte.

—Entiendo.

—¿Y? ¿has pensado en algo?

—Bueno, habrá muchas chicas yendo y viniendo de un lugar a otro, todas usarás sus mejores ropas o cuando menos algo representativo, ¿no?

—Es correcto —asintió sentándose en su escritorio.

—El sitio es oscuro, así que no me verán tanto, entonces... —lo siguiente me daba vergüenza, pero... —. Estaba pensando en que tal vez algo sexy estaría bien —tal vez fuera el tratamiento relajante o que últimamente he hecho muchas cosas nuevas, pero quería probar algo diferente.

—Muy bien —la directora parecía complacida—. Da la vuelta.

Asentí y comencé a girar despacio.

—El piercing en tu ombligo definitivamente debe ser visible, también tu abdomen.

—¿Una minifalda está bien?

—Haré algo mejor que eso, pero empecemos por lo básico, quítate esa bata.

Accedí, a estas alturas sería raro negarme.

La directora eligió entre las telas y prendas que le dí durante la mañana y realizó su hechizo. Estas brillaron y volaron hacia mí, cubriendome mientras se transformaban.

Un bralette strapless se formó en mi pecho, de encaje negro y tan transparente que mis pezones se veían entre los bordados.

En cuanto a mi cadera, quedó cubierta por unas pequeñas bragas a juego, con un encaje similar y cubriendo sólo la mitad de mis glúteos.

Me miré en el espejo, de adelante y atrás, era demasiado provocativo, pero...

—Me gusta —mencioné sorprendida.

—Ya empiezo a identificar mejor tus gustos —la directora tomó otra pequeña prenda y unas medias de red amplia me cubrieron hasta la cadera y otras por sobre los hombros y los brazos—. Supongo que cada bruja tiene su propia manera de ser... sexy.

Me reí internamente al ver las redes, pues recordé la primera fiesta de brujas a la que fui.

Las chicas me hicieron usar una red de cuerpo entero y nada más, comparado con eso, esto era incluso atractivo.

—Bien, si no tienes peros... —la directora estaba de buen humor.

—Estaba pensando, ¿podría ponerle un moñito a las bragas y al bralette?

—¿Te vas a dar de regalo a alguien?

—Bueno... —depronto me dio vergüenza.

—Sólo bromeo —un discreto moño apareció al frente de ambas prendas.

Transferida a una Escuela de Brujas Tomo IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora