Capítulo 48.

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Peter

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Peter.

Llego a la habitación de mi amiga Celes ya que sé que ella debe estar muy triste con lo que pasa con Gastón. Aunque ella se haga la fuerte se nota que lo quiere. Toco la puerta y entro. Ella está abrazada a Leandro, no se que tendrán ellos, pero solo espero que él la sepa valorar como ella se lo merece.

— ¿Cómo estás?

— Los dejaré solos. — Leandro se levanta y sale de la habitación.

— Estoy bien. Peter, No tienes que preocuparte.

— Pero lo que pasó con Rocío y Gastón.

— No quiero hablar sobre ellos. Mira lo importante aquí es que tú y Lali por fin se comprometieron, lo que pasó con ésa no nos debe preocupar porque no arruinó nada.

— Pero Gastón....

— Él sabía lo que pasaba con ella. Digo, nadie deja de amar de la noche a la mañana de alguien. — se encoge de hombros. — él la eligió a ella porque quería creer que de verdad Rocío iba a darle una oportunidad.

— Todavía no me creo que Rocío haya hecho algo así. No es la mujer que conocí de niños.

— Ella es una caprichosa que no acepta un no. Está acostumbrada que se hagan las cosas como quieren. Por eso nunca me agradó.

— Creo que debes tener razón. Sus padres la consintieron mucho.

— Bueno olvidemos eso. ¿Cómo te sientes de ser un hombre comprometido?

— Me siento muy feliz. Ahora solo es de ir viendo todo y hablar cuando sería la boda.

— Ya sabes yo estoy a su disposición con los preparativos.

— Eso es genial ya que hiciste un buen trabajo con lo que te pedí. me has brindado dos pedidas maravillosas. La primera: cuando le pedí a Lali que sea mi novia y ahora está. Todo quedó perfecto.

— Me da tanta alegría amigo. Todo valió la pena.

— Gracias amiga. — la abrazo. — vamos abajo que Lali está preparando café.

— Dale.

Nos ponemos de pie y cuando salimos de la habitación, me sorprendo que Rocío ya está aquí y está con su maleta. Recuerdo que le había dicho que quería que se fuera de la cabaña, pero ahora que Gastón se fue, no creo que deba dejarla que se vaya sola a esta hora de la noche.

— ¿Que haces aquí? — Celes dice bruscamente.

— Vine por mis cosas. ¿No ves? Ya estoy por irme, un auto me está esperando para llevarme a dónde un taxi me estará esperando. Ya que Gastón se fue dejándome aquí sola.

— ¿Que querías? Que se quedara y te llevara con él. Ya suficiente lo humillaste. No tienes ni una pizca de vergüenza.

— No me voy a quedar a escucharte.

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