Capítulo 11: Papá pato y sus pollitos

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Toco mi pecho por décima vez en lo que lleva del día

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Toco mi pecho por décima vez en lo que lleva del día. Estoy inquieto, intranquilo y no sé por qué. Los meses pasaron lentos y aburridos, con los chicos estuvimos superando nuestro pasado y tratando nuestro dilema. Están más relajados y ahora dejo que puedan hablar de su mamá, aún duele escuchar su nombre, me hiere su ausencia, pero trabajé duro para poder soportar que mis hijos puedan mencionar a su madre sin sentir que me están destruyendo...aunque esa sea la única verdad.

Emmie ha retomado la búsqueda después de su descanso, pero nada fue lo que halló y eso la tuvo derrumbada en mi sala como todas las veces, llorando hasta secarse porque tuvo que aceptar que su otra mitad se fue y ya no regresará. Yo no sé cómo aceptarlo, ya no la busco pero dejarla ir me mata por dentro. Una total y completa contradicción, porque retener su recuerdo me mata el doble.

Entro a la sala donde creía que no había nadie pero encuentro a Mateo parado sobre una silla de plástico que usaba Violett para jugar al té y que ahora usa Ethan como su mesa de legos, está delante de la repisa con fotos que su hermana armó hace poco y hace puntas de pie pero no llega, así que me acerco a él y me señala lo que quiere.

Agarro el cuadro de su madre, una foto de ella sonriendo a la cámara en el parque de nuestra casa, sus ojos verdes brillan con el reflejo del sol y sus pecas se ven preciosas en ella. El cabello le cae por los hombros y…Mierda. La extraño tanto.

La admiro unos segundos antes de dársela a mi hijo quién la abraza a su pecho y se va al sillón. Me siento a su lado y observo cómo está cabizbajo, me observa con sus ojitos tristes y odio verlo así.

—¿Lo sientes?—me pregunta.

—¿Qué cosa?

Vuelve a observar la foto, se lo que está sintiendo, siempre tuvo una conexión muy fuerte con su mamá. Era con quién pasaba más tiempo y de un día para el otro se fue, dejándolo desamparado, solo otra vez.

¿De quién estás hablando exactamente?

Mateo extraña con locura a su madre, le arrebataron a la mujer que lo salvó de una vida mediocre en la calle, era tan solo un bebé cuando estaba viviendo lo peor y ella le iluminó la vida. Sin embargo, se la sacaron y ahora, así de pequeño, vive en una confusión diaria al no entender porque su madre no regresa y ya.

Ahora compartimos el mismo dolor de pérdida en el pecho.

—Se fue, papá, para siempre— me dice provocando que cierre mis ojos por el dolor que me causan sus palabras.

No está equivocado y sopeso que él por fin la está dejando ir cuando se larga a llorar. Lo llevo a mi pecho y el reflejo de una sombra me hace mirar al inicio de las escaleras donde Violett me mira unos segundos antes de bajar la cabeza apretando sus labios.

Ojalá pudiera quitarles todo el dolor y pasármelo a mí.

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Ni Que Fuera Por El Destino [#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora