Capítulo 13: Lo que pasó

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—June, necesito que te calmes o vas a tener un ataque—me pide Freya en la acera del registro civil

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—June, necesito que te calmes o vas a tener un ataque—me pide Freya en la acera del registro civil.

Camino de un lado al otro sin entender cómo es que esto pasó, cómo es que estoy casada y no lo sabía. Ni siquiera tiene sentido, es imposible.

—No lo entiendo, yo no me casé, debe haber un error— mis manos peinan mi cabello repetidas veces.

—Herkus está tratando de averiguar qué pasó, pero ahora necesito que tú te calmes y respires o te puede dar una crisis.

—¡No puedo calmarme!—le grito deteniendo mis pasos—. Quiero casarme, pero ¡Oh sorpresa! ¡Ya lo estoy!— pateo una roca y bufo —y ni siquiera sé con quién.

—Ya lo averiguaremos. Siéntate, por favor.

Le hago caso o de verdad me dará algo. Mi corazón está hecho un lío, lo siento palpitar me contra el pecho con fuerza y siento que me va a bajar la presión en cualquier momento.

—¿Los mellizos?

—No sé de dónde vinieron, pero seguro que era alguien guapo…

—Freya— sigo su nombre entredientes— donde están, no de dónde vinieron. Dónde están.

—Ah, con los padres de Herkus. ¿Sabes? No les caes muy bien en este instante.

—Freya, amiga, te quiero, pero no me estás ayudando mucho en este momento que digamos, ¿por qué no nos callamos las dos?— sugiero y asiente.

No me entra en la cabeza cómo es que me casé y nadie me lo dijo. Papá estuvo ahí, estuvo a mi lado, él debía saber algo. ¿O qué? ¿Me casé en secreto? ¿Qué mierdas hice en los años que olvidé?

Mi cabeza es un revoltijo, no puedo pensar con claridad, me palpita la sien, me duele todo. Estoy tan confundida y enojada que eso termina haciendo peor a mi sistema y siento como la presión se me baja. Me mareo y Freya me atiende, me hace comer un caramelo y me da agua y aire con sus manos.

El maldito limbo me hizo tropezar sobre la cuerda y la figura oscura del hombre ahora se siente como si me estuviera sonriendo. O más bien, burlándose de mí.

—Tráeme a mis hijos—exijo masajeando mi sien. Freya me deja para ir a buscarlos y cuando regresan lo primero que hacen es abrazarme.

—¿Qué pasa, mami? ¿No vas a casarte con Hernán?

—Niños a mami le duele un poco mucho la cabeza, es mejor que no hablemos— les pide Freya.

Los mantengo contra mí con la cabeza apoyada en la pared y los ojos cerrados mientras Aedan acaricia mi cabello y Megan se abraza a mi costado con su cabeza apoyada en mi hombro.

Ellos son lo único que necesito. No necesito nada más. Solo ellos y estaré bien. Estoy bien. Estaremos bien, me repito una y mil veces tratando de calmar mi interior. Pero las ganas de llorar y derrumbarme me acechan. Las ganas de correr lejos, de volver al hospital y que alguien me diga quién soy. Ya no aguanto está incertidumbre que vivo día a día al levantarme de la cama sin saber que hice y quién fui años pasados.

Ni Que Fuera Por El Destino [#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora