Capítulo 39: La fuente de los reencuentros

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La impresión no me dejaba reaccionar, él tampoco decía nada

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La impresión no me dejaba reaccionar, él tampoco decía nada. Incluso ladeó su cabeza escrutandome. Su cabello es castaño oscuro, tiene pocas pecas sobre los pómulos y sus ojos son dos esferas igual de resaltantes que las mías.

Entonces bajó su mirada a sus manos que se había raspado al caer. La sangre comenzó a salir y su labio tembló. Así que me puse de cuclillas.

—Me guele—dijo y sus ojos se volvieron un vidrio a punto de romperse.

—No es nada, calma—tomé sus pequeñas manitas de bebé entre las mías y las sobé. Lo levanté del suelo para sentarlo en el borde de la fuente y mojamos sus manos en el agua—. ¿Lo ves no es nada? Pero no debes estar corriendo así de rápido, te puedes lastimar.

—Eque el pero che fue.

—Bueno, ya está, no hay que hacer tanto drama— limpié sus mejillas y se me quedó mirando.

De repente su mano aplastó mi ojo.

—Como yo— dijo y volví a sentirlo.

No estaba loco. Yo ya había visto a este niño antes. Y me acordé muy bien dónde y con quién, especialmente con quién.

—¿Cómo te llamas?

—Aedan.

Otra vez dolió.

—¿Y tú?

—Aaron.

Sonrió y se le marcaron los hoyuelos.

—Es lindo, pero el mío es mejor— dijo arrogante.

—Mi nombre es mucho mejor.

Sacudió su cabeza.

—No, el mío.

—N…

—¡Hemanito!— la vocecita me interrumpió y Aedan levantó su cabeza buscándola. Así que me giré y sentí que se cerraba el mundo a mi alrededor.

La pequeña venía corriendo con un vestido morado con detalles celestes y rosados, su cabello castaño volaba en el viento y el color de sus ojos me impactó. Ella dejó de correr cuando me miró y solo caminó. Y aunque debería haber pensado mil escenarios diferentes para explicarlo todo, en aquel momento, mirándola a los ojos, no pensé en nada.

—¡Megan, para!— gritó la enfermera que cruzó el camino corriendo llamándola desesperada.

La bebé la miró y retomó su corrida hasta llegar a mí y detenerse a mi lado ignorando los llamados. No pude apartarle la mirada. Es preciosa. Es…

—Iron— me llamó Aedan— echa es mi hemanita. Se chama Megan. Somos iguales.

Mellizos.

Miré a la enfermera que tenía la peor cara de terror que había visto y el supuesto prometido de Juniper apareció detrás de ella. Ambos asustados corrieron hasta nosotros.

Ni Que Fuera Por El Destino [#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora