Capítulo 32: Ella

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Dedicado a Auri. Te quiero, nena. Gracias por charlar conmigo, por defenderme siempre y por leer. Mis bebés y yo te apreciamos mucho. ❤️

Estaba en medio de dos pensamientos, uno que me exigía que la dejara libre y me quedara con lo mío, y el otro me recordaba que ella también era mía

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Estaba en medio de dos pensamientos, uno que me exigía que la dejara libre y me quedara con lo mío, y el otro me recordaba que ella también era mía. ¿Cómo iba a dejarla si ella era todo lo que yo necesitaba? No podía solo dejar que se fuera con otro, que hiciera lo que quisiera y me dejara atrás. Era mía, es mía y lo seguirá siendo hasta que la muerte nos separe, lo habíamos jurado frente a Dios.

Desde que llegó se había mostrado diferente, era diferente. Ya no era mi Juniper y eso podía entenderlo. Pero no quería. Voy a recuperarla y si bien mi esperanza en ella franqueó, la había recuperado toda en una sola noche viéndola y escuchándola. Ella estaba ahí, oculta, reprimida, bajo miles de capas de confusión. Mi esposa seguía estando ahí dentro y es a ella a quien yo quiero. La manera en la que reía sola de sus propios chistes, como hablaba sin parar ni confundirse de un tema tras otro sin perder el hilo de ninguno, sus gestos, sus miradas perdidas en sus pensamientos. Como me tocaba el brazo sin darse cuenta, como me sonreía otra vez.

Encendía fuego en mi interior cuando me tocaba y yo solo quería escupirlo y quemarlo todo por ella. Para que volviéramos a ser los mismos de antes.

Sabía que si me equivocaba y caía iba a ser muy duro, porque ya me estaba ilusionando aunque no quisiera, aunque tratará de reprimir la emoción en el pecho al ver la niña pequeña que se vuelve cuando de sus sueños se trata. Era una cosa mínima que a ella le hacía mucha ilusión, mirar al cielo y desear algo con todas sus fuerzas. Yo deseaba saber si aún había algo a lo que aferrarme y ella me lo había demostrado siquiera antes de que cualquier estrella fugaz pasara.

Juniper tenía tantos deseos y sueños por cumplir y en ese instante no había pensado en ninguno mientras me miraba. Solo estaba ahí delante de mi cuerpo, queriendo que yo sea el que sueñe, el que pida lo que más quisiera en el mundo, sin ella saber que eso era ella misma y su felicidad unida a la mía.

Y esa vez no había podido resistirme. No estábamos en un cuento de hadas donde el príncipe besaba a la princesa para despertarla del sueño profundo. Estaba besando a la Juniper desconocida intentando traer a la mía a través de ella.

El vínculo que teníamos, la conexión que siempre compartimos que fue la más fuerte que tuve con nadie jamás, es lo que yo sabía que la iba a descomponer. Porque puede olvidarse de mí, puede vivir en miles de países diferentes, a miles de kilómetros alejados, puede estar con otro y querer tener vida con él; pero lo que no logrará hacer es que su cuerpo y alma se olviden de mí. Porque yo estoy incrustado en ella como el recuerdo más fuerte y ella en mí como si fuera otro órgano vital de mi organismo.

Y aunque parecía una estupidez, tuve la mínima esperanza que besarla así de fuerte, con tantos sentimientos en medio podría hacerla replantearse algo. No iba a traerla de vuelta, eso seguro, pero mínimo un recuerdo mío, solo uno me bastaba para que me diera luz verde a ir por más.

Ni Que Fuera Por El Destino [#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora