Ni Que Fuera Por El Destino [#2]

Capítulo 41: Los hijos de Herkus

Reclamos al MD

Se abalanzó sobre la mesa y me eché hacia atrás con la silla y todo. Todos nos pusimos de pie y no pude impedir que tomara el documento que garantizaba el nuevo nombre de mis hijos y lo hiciera añicos.

—¡Hey, ¿Qué crees que estás haciendo?!— intervino Herkus y preferí que no hubiera dicho nada, Aaron se giró a él y mi respiración fue un caos.

—Vengo a reclamar lo que es mío y tú y esta nefasta me ocultaron.

—No le digas así—la voz le sale en susurros y Aaron se gira a mirarme.

—No encuentro otra forma de llamarla. ¡Te creías que no me iba a enterar!

—¿Qué es lo que está pasando aquí? Llamaré a la policía si no me dicen quien es este señor— intervino el juez.

—¡Llame a la policía!— dijo Freya asustada. Aedan estaba escondido en sus piernas.

—¡Tú cierra la maldita boca!

—Aaron, por favor, déjame explicarte— dejé a Megan en la silla y traté de acercarme a él.

—¡¿Explicarme qué?! ¡¿Que me escondiste a mis hijos?! ¡Que pretendías dárselos a otro como si yo estuviera muerto!— gritó tan fuerte que mi cabeza sintió que iba a explotar. Dio un paso más cerca de mí y aunque Herkus intento meterse entre ambos a Aaron le valió madres y yo aún así sentí que me desintegraba—. ¡Me los ibas a quitar como si yo los hubiera abandonado y sabes bien que no es así!

—¡Si lo es!— grité y hasta un brinco di por la adrenalina. Pero las emociones me estaban tomando la vida y la voz se me quebró—. Si nos dejaste, nos abandonaste…

Aaron empujó a Herkus y Freya chilló. Se me acercó hasta dejar pulgadas de distancia, su respiración de toro me congeló y todo de mí tembló.

—Te dejé a ti, no a ellos.

—Aaron, ya basta— reconocí la voz de Dominic Blake en la escena, pero no fui capaz de mirar a nadie más que a esos ojos que me estaban asesinando.

Él realmente quería que yo desapareciera de la tierra. Eso me partió por dentro y ni siquiera supe porque. Yo amo a Herkus, pero la parte mía que creía muerta, la June del pasado, acaba de triturarle el corazón. Yo misma trituré mi propio corazón.

Entonces, aún mirándome a los ojos sin apartar la vista un segundo lo reafirmó, para que yo lo entendiera y me doliera y para que él se creyera sus propias palabras. Fue como una puñalada y una patada en la herida para dejarme en claro que contra él ya tenía todas las batallas perdidas.

—No los dejé a ellos, te dejé a ti— repitió y la antigua June que vivía en lo más profundo de mi ser se quebró. El tono que usaba era solo para hacerme sufrir.

Sentí como si me hubiera agarrado el corazón y lo hubiera apretado en su mano. Y ni siquiera sé porqué. Él no es nadie para hacerme sufrir así, y aún así se sintió como una perfecta apuñalada.