—¡Ashon!
El grito de Megan hace que me sobresalte en la cama. Apenas puedo dormir de noche y cuando logro conciliar el sueño ya es de mañana.
La habitación de invitados es más sombría y menos acogedora que la habitación principal, además de que la puerta es más baja y no se puede ver por debajo de ella. Antes podía ver los piecitos de quien estuviera por ahí, pero ahora está todo oscuro. Así que tengo que levantarme con todo mi pesar y abrir la puerta para ver a mi hija menor en el medio del pasillo sin saber a dónde ir. Aún no sabe encontrar mi habitación.
—¿Qué pasa, nena?
Gira sobre sus pies al oír mi voz y veo sus labios temblando y sus ojos cristalizados. Tiene su pijama y abraza su muñeco contra su pecho. Viene corriendo conmigo y se pone a llorar con fuerza cuando la subo.
—¿Tuviste una pesadilla?
No contesta. Me moja el hombro desnudo y aunque intento verle el rostro no me deja, se esconde y llora aún más fuerte.
—¿Qué pasa, hija? ¿Qué ocurre? Háblame.
No para y vuelvo a la cama para meternos dentro y taparnos. No deja de llorar por un buen rato y aunque le hablo ella no me habla ni se calma.
—Quelo mami—dice finalmente y miro el reloj inteligente en mi mesa. Son las cuatro de la madrugada.
—Debe estar durmiendo.
Comienza a hiperventilar.
—Tienes que calmarte, hija— le masajeo el pecho para que pueda respirar, pero no lo logro y me desespera no saber qué hacer. Gritó y me quitó la mano de encima—. Megan, si no me dices que pasa no puedo ayudarte.
—¡Mamá!—gritó y le pegó a la almohada.
—Está en su casa. Háblame a mí.
Me miró asustada y se apartó cuando intenté tomarla. Gritaba del llanto y golpeaba a su alrededor. No me escucha cuando le hablo y me acelera que ni siquiera me deja acercarme. Ha sido una pesadilla terrible para que le haya afectado tanto. Le digo cuánto la quiero, que mamá también la quiere, que no pasa nada y que todo está bien, pero ella solo llora.
—Meg, por favor, dime qué ocurre. Soy tu papá, voy a entenderlo y…¿Meg?— me doy cuenta que dejó de llorar de repente. Me da la espalda y sus hombros ya no se mueven—. Megan.
La agarro rápidamente y veo como me mira aterrada. Luego se lleva las manos al cuello.
No puede respirar.
—¡Mierda!
Busco en mi mesa de noche el inhalador y se lo pongo en la boca, pero no quiere. O mejor dicho, no puede. Lo intenta, pero me mira desesperada y es solo una bebé, Rose podría utilizar el respirador en un ataque, pero Megan solo tiene dos años, está asustada y no sabe cómo hacerlo.
ESTÁS LEYENDO
Ni Que Fuera Por El Destino [#2]
Teen FictionLIBRO 2- Trilogía COMPLICACIONES Incertidumbre. Confusión. Decepción. Y cansancio. Todo ello ronda en el pecho de Aaron Larken. La vida los golpeó fuerte y ahora no les queda más que seguir como pueden. Aaron tuvo que remontar su vida con sus hijos...