Capítulo 14: Los Blair

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Lo primero que hizo mi abuela al verme detrás de la puerta fue ponerse a llorar y estrecharme contra ella con tanta fuerza que podría quebrarme a la mitad, con mi suerte, literalmente

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Lo primero que hizo mi abuela al verme detrás de la puerta fue ponerse a llorar y estrecharme contra ella con tanta fuerza que podría quebrarme a la mitad, con mi suerte, literalmente.

Y la verdad, es que mis ojos también sacaron sus lágrimas. La extrañaba, claro que sí. Se había cortado el cabello y dejado de tintar y aunque estaba vieja seguía siendo una señora coqueta. Había sido mi única figura materna toda mi vida, había aprendido de ella todo lo que sabía, me había cuidado y yo cuidaba de ella. Claro que lloraría como una bebé al volver a verla.

—¿Por qué tardas tanto, mujer?— la voz de mi abuelo me hizo abrir los ojos y me asomé por encima de la cabeza de mi abuela para ver cómo se acercaba con su bastón, sus típicas camisas a cuadros con tirantes, su barba blanca y su boina—¿Quién es? Si estás haciendo llorar a mi esposa te meteré mi bastón por el…¿Rory?

—Abuelo—me separo de la abuela para que pueda verme bien.

—Es nuestra nieta, Gilbert, ha vuelto.

—¿Ha vuelto?— sube sus lentes a su nariz para poder apreciarme y su cara se arruga más con la llegada del llanto que lo hace quitarse los lentes y taparse los ojos con su mano.

—Oh abue— voy a abrazarlo y no puedo contenerme con él.

—Mi...mi amante favorita— murmura y sonrío ahuecandome en su hombro con olor a su perfume— Mi chica...

—Si, soy yo abuelo, estoy aquí, créelo— le digo cuando noto que necesita que se lo diga yo misma.

La abuela se nos une en el abrazo y es allí donde realmente me siento en casa, en ningún país extranjero, en ningún otro lugar donde no sean los brazos de mis abuelos. Ellos siempre serán mi refugio.

—¿Y papá?— pregunto.

—Atrás, está limpiando la parrilla— dice el abuelo que no quiere soltarme.

—Déjala, Gilberto, déjala ir a los brazos de su padre— la abuela lo separa de mí y ambos se abrazan mientras me observan. La abuela Josephine deja su mano en mi mejilla—. Nos alegra que estés en casa, princesa. La familia estará feliz de verte.

Les sonrío y me encamino a la puerta del patio trasero que recuerdo perfectamente cómo es el camino. Deslizo la puerta corrediza y oigo ruidos de hierros chocando. Busco a papá con la mirada y lo encuentro arrodillado frente a la parrilla, está manchado de carbón, su camiseta de tirantes no parece blanca con lo mugriento que está, ni hablar de su pantalón y brazos. Su calvicie sigue estando… igual de calva y su musculatura no ha cambiado nada.

Volver a verlo me llena los ojos de lágrimas y más aún cuando nota la presencia de alguien gracias a su entrenamiento, lentamente baja su pinza y no tiene que voltearse para saber que estoy aquí. Sus hombros se tensan y apoya un brazo en su rodilla para bajar la cabeza. Un segundo después lleva dos dedos a sus ojos conmocionado.

Ni Que Fuera Por El Destino [#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora