Capítulo 37: Cayendo

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Discúlpenme si hay faltas de ortografía o errores, no puedo corregir :(

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Los nervios que siento me comen viva. No paro de mordisquear mis uñas. Él no sabe, pero está a punto de descubrirlo y con ello me tirará del limbo sin cuidado. No quiero decirle, no viendo cómo está sin saber nada aún. No me puedo imaginar qué pasará si se entera que tuve a sus hijos y no se lo dije en cuanto lo supe. Miles de escenarios trágicos dignos de una escena de novela mal actuada se me vienen a la cabeza.

Quiero meter a mis hijos (todos ellos) en una maleta, largarme al Triángulo de las Bermudas y que nadie nunca nos encuentre. Una vida fácil y sencilla.

Pero no puedo hacer eso.

O tal vez si.

No, si lo pienso mucho y a cómo está trabajando mi cabeza me quedaré estancada aquí.

No he dejado de pensar, de investigar posibles actos legales que puedan cometer en mi contra, hablé con abogados ajenos a mi caso para que los míos no me juzguen y lo he hecho todo sola. No hablé con nadie, no le dije nada a nadie.

La culpa que siento no me deja salir de la habitación y mirar a Herkus a la cara. El miedo me encierra la mente y el internet no ayuda a calmarme haciéndome dudar hasta si Navidad es en diciembre.

El aire que respiré se me escapó muy rápido de los pulmones y vuelvo a asfixiarme aún más.

Freya intenta ayudarme cuando ve lo inquieta y nerviosa que me encuentro. Los niños salieron con Emmie otra vez, Herkus está trabajando y ella aprovecha sus días libres para ayudarme a relajar.

—¿Quieres contarme qué sucede?— se sienta a mi lado y hago la laptop a un lado para frotar mi rostro— ¿Has hecho algo malo otra vez?

—Si, algo terrible que tendrá repercusiones terribles— no hablo solo de mi infidelidad, si no también el hecho de ocultarle sus hijos a un padre. Dios, ¿En qué estaba pensando?—. Soy una mierda de persona.

—No digas eso, June—frota mi hombro—. Nosotros te queremos con tus errores y aciertos. Herkus te quiere, te ama.

—Va a dejar de hacerlo.

—No lo creo, su amor es incondicional. ¿Quieres decirme qué has hecho?

La miro dudando si contarle o no. Soy un asco y no quiero que los demás sigan cambiando su mirada en mí. Mi inseguridad me encierra en un caparazón y me niego a decirle nada.

—¿Es muy malo verdad?— asiento y suspira— Joder, June, creí que estabas cambiando, pero no para mal.

—No...no se que me pasó— la voz me tiembla presa de la angustia. No puedo echarle la culpa al alcohol, ya no estaba ebria, sabía perfectamente lo que estaba haciendo. Y eso es lo peor, todos estos años he estado haciendo cosas de las cuales no estuve segura jamás y no necesitaba estar borracha para tomar malas decisiones. Pero se sintió como si jamás hubiera estado más cuerda cuando lo besé. Nunca estuve más estable que cuando me conecté con él. Conectar íntimamente, ya saben, aparatos reproductivos conectados unos con otros, ya me entienden de qué conexión estoy hablando.

Ni Que Fuera Por El Destino [#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora