Capítulo 38: Ojos azul marino intenso

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—Ma, eso está quemado

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—Ma, eso está quemado.

—Claro que no, solo se tostó.

Obviamente se había quemado el estofado que Aaron nos había dejado a medio hacer. Solo era esperar que se termine de cocinar con las papas, pero ahí estaba, negrito, duro y cero comestible.

—Parece una piedra—Mateo lo tocó con la punta del tenedor y hace una mueca.

—No está duro, está crocante —me defiendo y le doy un golpe con el tenedor para que se separe— ¿Lo ves? Crocante. Rico.

Me mira incrédulo y me fijo en Ethan que se manda a la boca el primer bocado. Su cara se transforma en cuanto da el primer mordisco y se oye lo crujiente que se encuentra la comida.

—Se le va a caer otro diente— menciona Violett abriéndose una silla junto a la de su hermano.

—Claro que no— río nerviosa y agarro una servilleta—. Pero escupelo, por las dudas.

—No, ma, está bueno— se esfuerza por relajar su cara y sonreírme—. Cocinas de maravilla, solo falta práctica.

—Oh, ¿En serio, cariño?

—Si— traga con mucho esfuerzo y me sonríe—. Rico.

—Oh, gracias— beso su cabeza y miro la fuente—. Tal vez no está tan mal como se ve.

—Lo dudo. Mejor pidamos pizza.

—Apoyo la causa —secunda Mateo a su hermana.

Miro a Ethan que está atragantándose con el agua.

—¿Tú qué dices, cielo, quieres pizza?

—Sería bueno, si. No porque tu comida esté mala, solo que la pizza es...mejorcita.

Es un ángel. Sé que arruiné la cena y no voy a obligarlos ni en sueños a que la coman si no quieren. De hecho, el delivery ya debe estar llegando, pero amo la forma en la que intenta no hacerme sentir mal por quemar la comida. La forma en la que intenta ser cuidadoso con mis sentimientos. Mi pequeño angelito.

Beso su frente apartando sus rizos.

—Va. Ayúdenme a juntar esto y esperemos que venga una cena decente.

Los cuatro levantamos la mesa y nos preparamos en el sillón con la gaseosa, frituras y película de Marvel hasta que el timbre suena y voy a atender al repartidor. Pago y vuelvo al sillón. Se comen con los ojos hambrientos la pizza de pepperoni.

—No me gusta el peroni— me dice Mateo con un puchero triste.

—Oh, te lo quito— le separo una porción y le saco todos los trozos de pepperoni—. ¿Ahí está, bebé?

Asiente todavía triste y deja el plato en su regazo. No entiendo por qué de su tristeza aún y miro a Violett que su entrecejo está fruncido mientras mastica.

Ni Que Fuera Por El Destino [#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora