CAPÍTULO 35

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CAPÍTULO 35

Tras terminar su cena, Nicole y Ruby llevaron los platos, ya vacíos, de regreso a la cocina para lavarlos. Ya que Ruby se había encargado de la parte complicada en la preparación de la comida, Nicole dijo que ella se encargaría del aseo. Aún así, Ruby se ofreció a secar lo que Nicole iba lavando, y a ésta no le molestó en lo absoluto la ayuda.

—No te cuestiono que cocinar mi propia comida sea más económico y saludable a largo plazo —declaraba Nicole, al tiempo que tallaba con fuerza el refractario para quitarle los rastros de las pechugas y el tocino—. Sólo digo que es demasiado esfuerzo y tiempo invertido, desde cocinar hasta luego tener que limpiarlo todo. Y todo eso para que en realidad no me salga algo tan bueno.

—Conforme más lo hagas, mejor te saldrá —argumentó Ruby con voz risueña, pasando una toalla de cocina por su plato ya lavado.

—Supongo, pero sigue siendo demasiado esfuerzo —suspiró Nicole, pasándole justo después el refractario ya limpio (o lo más posible) a Ruby para que lo secara.

Ruby rio, en una combinación de diversión y frustración por la obstinación de su compañera.

—Si no lo haces, tarde o temprano tu billetera o tu estómago lo resentirán. Pero cómo prefieras, es tu gusto. Tampoco puedo obligarte a hacer algo que no quieras.

Una vez que todo estuvo limpio, seco y acomodado, Ruby se secó las manos y echó un vistazo a la hora en su celular. Era ya un poco más de las diez de la noche.

—Será mejor que me vaya antes de que se haga más tarde —indicó encaminándose a la sala—. Una mujer sola andando en una motoneta de noche por las calles, no es tan genial cómo puede sonar.

—Siempre puedes quedarte a dormir si lo deseas —propuso Nicole desde la cocina. Aquello provocó una visible reacción de sorpresa en Ruby, que no pasó desapercibida por su causante—. Lo siento, no lo decía con... esa intención, en serio —se apresuró Nicole a aclarar.

—Sí, descuida —respondió Ruby, a simple vista con calma—. Quizás en otra ocasión, ¿está bien?

Nicole asintió.

—La invitación queda abierta.

Una vez Ruby estuvo lista para partir, ambas salieron al pasillo.

—Oye, Ruby... —masculló Nicole en voz baja mientras caminaban en dirección al ascensor—. En verdad me la pasé muy bien hoy. ¿Crees que podríamos repetirlo en alguna otra ocasión?

—Acabas de decir que cocinar no vale el esfuerzo y el tiempo —señaló Ruby con voz burlona.

—Lo sé, pero... con la compañía correcta, creo que es más llevadero.

Una sonrisita de alegría difícil de ocultar se dibujó en los labios de ambas mujeres. Al llegar frente al elevador, éste al parecer venía subiendo, pero Nicole se estiró a presionar el botón y así asegurar que se detuviera en su piso.

—Supongo que podríamos hacerlo en mi departamento la siguiente vez —propuso Ruby—. No tiene una cocina tan equipada como la tuya, pero creo que algo podremos hacer.

Nicole asintió con entusiasmo.

—Eso me...

Sus palabras fueron interrumpidas cuando el tintineo reconocible del ascensor se hizo presente al llegar, seguido justo después por las puertas abriéndose, jalando la atención de ambas chicas. El ascensor evidentemente no venía solo. Sin embargo, Nicole se quedó por un instante atónita cuando sus ojos captaron y reconocieron a su ocupante.

La Chica del Otro BalcónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora