CAPÍTULO 63

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CAPÍTULO 63

El viaje en tren de regreso a Nueva Scintia fue bastante tranquilo, hasta incluso un poco relajante para Nicole. Esa media hora de esperar la llegada del tren, y posteriormente la hora de camino, Giselle y ella la aprovecharon para ponerse un poco al día. Sí, vivían una a lado de la otra e inevitablemente se cruzaban en los pasillos y los ascensores más de una vez. Sin embargo, fuera de temas concretos, se habían distanciado tanto esos meses que en verdad no sabían mucho sobre qué había sido la vida de la otra.

Aunque claro, durante su conversación deliberadamente decidieron omitir ciertos "temas" incómodos, por no decir más bien "personas". En su lugar de enfocaron en sus trabajos, restaurantes que habían visitado, películas que habían visto o libros que habían leído... y en general qué habían hecho ese último tiempo que no se frecuentaron tan seguidp. A Nicole le encantó poder conversar con ella de esa forma más casual y relajada; como dos verdaderas amigas lo harían.

Al llegar a la estación en Nueva Scintia, compartieron un taxi y continuaron un poco más su conversación, hasta que el vehículo se estacionó justo delante de su edificio. Al salir del taxi y pararse ante la fachada de aquel lugar, Nicole no pudo evitar sentir una insólita sensación de nostalgia, que se reflejó propiamente en la amplia sonrisa que adornó sus labios en ese instante.

—Al fin en casa —suspiró Giselle a su lado. El conductor bajaba en ese momento sus maletas y las colocaba en la acera a un costado de las dos chicas—. Me fui por un par de días, pero siento que fueron años.

—Entiendo la sensación —masculló Nicole con alegría, volteando a mirarla. La brillante sonrisa en sus labios no pasó desapercibida.

—¿Qué? —preguntó Giselle con curiosidad.

Nicole negó con la cabeza, pero se volvió de nuevo hacia el edificio con expresión reflexiva.

—Sólo recordaba el primer día que llegué aquí. Igualmente con mi maleta, y sin ninguna idea de con qué me iba a encontrar.

—Oh, entiendo —exclamó Giselle, mirando también hacia el edificio—. Yo pasé por algo parecido, aunque hace mucho más tiempo. Igualmente dejaba Lybster atrás como ahora; me subí a un tren, y terminé en esta ciudad. De cierta forma es como si lo volviera a hacer todo, otra vez.

—Pero en esta ocasión no llegas sola —añadió Nicole con optimismo, atreviéndose en ese momento a tomar la mano de Giselle, rodeándola con sus dedos—. Y yo tampoco.

Giselle se sorprendió un poco por la repentina sensación de su mano contra la suya. La miró un momento, y luego se giró para contemplar el rostro de Nicole. Ésta le regaló de regreso una sonrisita alegre y dulce, que hizo que las mejillas de Giselle se pintaran de rojo; y claro, una sonrisa parecida se asomó en ella misma.

Ninguna tenía del todo claro en qué tipo de situación había quedado su relación tras anoche, pero tampoco parecían sentir la necesidad de aclararlo más de lo que ya estaba. Quizás algún día tendrían que volverlo a hablar, pero no sería ese.

Una vez que el taxi se alejó por la calle, cada una tomó su respectiva maleta y comenzó a jalarla en dirección a la puerta principal, andando una a lado de la otra. Ya estaban prácticamente frente al umbral de la puerta, cuando algo captó repentinamente la atención de Nicole, y la hizo detenerse en seco.

Era el muy distintivo sonido de un motor que se aproximaba por la calle. No el de un automóvil, tampoco una motocicleta precisamente; era el de una motoneta. Y una que Nicole conocía muy bien, y pudo verificarlo con tan sólo girarse hacia un lado y notar el pequeño punto lila que se aproximaba por la calle a toda velocidad en su dirección.

La Chica del Otro BalcónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora