CAPÍTULO 42

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CAPÍTULO 42

Giselle propuso que se dirigieran a una cafetería cercana a la estación para que pudieran sentarse y hablar mejor. Una vez ahí, Jessica se tomó la libertad de explicar con lujo de detalle cómo había ocurrido la entrega del anillo, desde el momento en el que Lucas, su novio desde hacía tantos años, la había invitado a cenar, sin tener ella ni idea de que aquello ocurriría.

Jessica se notaba realmente emocionada a cada momento de su narración, teniendo que detenerse en algunas ocasiones para recobrar el aliento. Giselle, por su parte, la escuchaba muy atentamente, maravillada por la hermosa y extensa sonrisa que su amiga tenía en el rostro, o por el intenso brillo de felicidad que radiaba de sus ojos. Realmente resplandecía como el mismísimo sol ese día, y Giselle se esforzaba por aferrarse a ese sentimiento, y no dejar que la pequeña punzada de dolor que le oprimía el pecho creciera lo suficiente para ser notable en su expresión.

Sabía que ese momento ocurriría tarde o temprano, y había tenido bastante tiempo para prepararse, y prometerse a sí misma que cuando pasara, seguiría siendo para Jessica lo que siempre había sido: su mejor amiga y apoyo.

—Ese sí es un diamante —indicó Giselle con genuina aprobación, mientras admiraba de cerca el anillo que adornaba la mano de Jessica una vez que ésta terminó su relato—. A Lucas debió haberle costado algunos meses de su sueldo, ¿no?

—No tengo idea —respondió Jessica, encogiéndose de hombros. Alzó entonces su mano hacia el techo, para contemplar el lindo brillo de la gema contra la luz blanca del local—. Pero lo que haya costado no me importa; yo lo amo porque es mío, mi anillo de compromiso. Tú sabes lo mucho que soñé con este día. Así Lucas me hubiera dado un anillo de plástico de una máquina tragamonedas, yo le hubieras dicho que sí mil veces.

Giselle se limitó a sólo sonreír y asentir. Claro que sabía lo mucho que había esperado que ese momento ocurriera. Prácticamente desde que estudiaban la secundaria Jessica hablaba de lo mucho que soñaba con su boda, incluso desde antes que Lucas Mort apareciera en sus vidas.

—Aún no puedo creerlo, Giselle —suspiró Jessica con añoranza, colocando ambas manos contra su pecho—. Me voy a casar, al fin me voy a casar con Lucas.

—Definitivamente se tomó su tiempo para pedírtelo —señaló Giselle, bebiendo con cuidado de su mocaccino—. ¿Cuánto fue? ¿Unos doce años?

—No lo critiques —exclamó Jessica, ligeramente a la defensiva—. Es tan responsable que sólo quería estar seguro de poder darme estabilidad antes de pedírmelo. Aunque yo me hubiera ido a vivir con él al apartamento más pequeño que encontráramos y a dormir en el piso de ser necesario.

—Eso sí qué es amor —murmuró Giselle en voz baja, justo antes de dar un sorbo más de su taza—. Pues a mí me alegra mucho verte así de contenta. Brillas con muchísima intensidad, más que de costumbre.

—Harás que me sonroje —balbuceó Jessica con alegría, colocando sus manos contra sus mejillas, que en efecto se encontraban bastante sonrosadas.

—¿Y cuándo será el gran evento?

—En tres meses, a mediados del otoño.

Aquello claramente tomó por sorpresa a Giselle, y le hizo bajar rápidamente su taza antes de que por accidente la soltara por la impresión.

—¿Tres meses? —masculló asombrada—. ¿Será suficiente para planearlo todo? Normalmente se hace desde un año antes.

—Mis padres y los de Lucas ya se están encargando de todo eso —respondió Jessica con tranquilidad—. Son los más emocionados luego de nosotros. Bueno, y de ti, claro; mi amiga.

La Chica del Otro BalcónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora