CAPÍTULO 27

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CAPÍTULO 27

Luego de dormir ese par de horas, Nicole y Giselle despertaron con bastante apetito. En vista de que Jaime se había ido de esa forma, les tocó recalentar la cena que Nicole había pedido y comerla entre las dos. Jaime había igualmente dejado la botella de vino, así que decidieron aceptar su donación para amenizar un poco más la noche.

Fue un poco extraño para Nicole estar sentada en su comedor completamente desnuda, con su compañía en la misma situación, comiendo y riendo de lo más natural. Como una pijamada, pero mucho más más "divertida" que aquellas a las que había ido.

Luego de comer y reposar un poco, ambas volvieron a la cama, y de nuevo se tomaron su tiempo para explorar el cuerpo de la otra, con mucha más calma y delicadeza que la última vez, y en especial tomándose su tiempo ahora que sólo estaban ellas dos. Cada una terminó corriéndose en la mano de la otra, mientras se acariciaban mutuamente y se miraban a los ojos.

Tras esa segunda ronda, el cansancio del día y de esa noche terminó por caerles de golpe, y ambas volvieron a recostarse una a lado de la otra, Giselle a espaldas de Nicole, rodeándola con sus brazos y atrayéndola contra sí. Nunca antes una de ellas se había quedado a dormir toda la noche en el departamento de la otra, y ciertamente a Nicole le agradó. De hecho, le sorprendería lo bastante bien que había dormido en realidad.

«Podría acostumbrarme rápido a esto»

Cuando sus ojos se abrieron, lo primero que captaron fue el ligero rastro de luz de que entraba por la ventana de la habitación, entre las cortinas no cerradas en su totalidad. Se quedó ida unos instantes, con su cabeza contra la almohada y su mirada fija en el ligero balanceó de las cortinas, y en el azulado del cielo que llegaba a captar a través de ellas. Tardó unos segundos en reaccionar, pero cuando lo hizo se dio cuenta de que los brazos de Giselle ya no la rodeaban como lo habían estado cuando cayó dormida. Extendió una mano hacia atrás, buscando el cuerpo de su acompañante a tientas, encontrándose sólo con el aire. Se giró lentamente hacia atrás, sólo para cerciorarse de que en efecto el otro lado de la cama se encontraba vacío.

Giselle no estaba.

¿Estaría en el baño? ¿Estaría en la cocina preparando algo de desayunar? ¿O simplemente se había despertado primero y había decidido irse a su casa? Cualquier opción resultaba factible.

Seguía lo suficientemente dormida como para no poder pensar en ello demasiado, y por mera inercia volvió a pegar su cara contra la almohada en su posición original. Antes de volver a cerrar los ojos, sin embargo, notó algo sobre el buró a su lado que le llamó la atención; al menos lo suficiente para sobreponerse al sueño y sentarse con cuidado.

Era un pedazo de papel; una hoja al parecer de una de sus libretas que usaba para el trabajo. Y tenía algo escrito en ella.

Nicole tomó la hoja, se recostó bocarriba y la sostuvo en alto frente a su rostro para leerla. La caligrafía era hermosísima, y le trajo rápidamente remembranzas de aquella otra nota que habían dejado bajo su puerta o hace mucho. Aunque el mensaje era de hecho bastante distinto:

Tuve que irme temprano. Debo acabar un diseño antes de mi viaje del lunes.
No quise despertarte.
Descansa, hermosa.
G

Y justo al lado de la "G", estaba marcado un claro beso con pintalabios rosado. Nicole reconoció el tono; era uno suyo. De seguro lo había tomado de su tocador. Y la hoja de su libreta, de seguro la sacó de su mochila... ¿Acaso había estado esculcando sus...?

—Ah, claro —sonrió Nicole, más divertida que molesta en realidad—. Está bien, me lo merezco.

Si lo peor que tenía que pagar por haber revisado su cajón es que le dejara una carta tan bonita, podía vivir con eso.

La Chica del Otro BalcónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora