CAPÍTULO 34

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CAPÍTULO 34

Ruby y Nicole arribaron al departamento de esta última cerca de las ocho, luego de pasar al supermercado a comprar los ingredientes para su cena. Por suerte no compraron mucho; Nicole no quería ni imaginar cómo hubiera sido tener que cargar varias bolsas con víveres viajando en Lirio.

—¿Entonces haremos una ensalada con el aguacate? —preguntó Nicole con curiosidad al tiempo que salían del ascensor en su piso y comenzaban a encaminarse por el pasillo—. Pero eso es sencillo, no es cocinar.

—La salada es sólo el acompañamiento —le respondió Ruby con voz risueña—. El plato fuerte será la pechuga rellena. Tú sólo sígueme y te prometo que comerás deliciosos hoy.

—Ya me dio hambre, de hecho —declaró Nicole sonriendo.

Una vez frente a su puerta, Nicole se apresuró a buscar sus llaves. Mientras ella hacía eso, la atención de Ruby se recorrió discretamente hacia las puertas a ambos lados; la 79 y la 81... Jaime le había dicho que aquella vecina vivía en el departamento al lado del de Nicole. ¿Cuál de los dos sería? Ambas puertas estaban, obviamente, cerradas, y no había nada en ellas que llamara particularmente la atención.

Al ser consciente de lo que hacía, Ruby se forzó a no pensar más en eso. Lo de sugerirle a Nicole ir a su departamento había sido prácticamente una respuesta refleja a lo que Jaime le había contado, y no se sentía orgullosa por ello. Debía intentar quitarse esas ideas de la cabeza, e intentar pasar un buen rato con su amiga... o lo que fuera en esos momentos.

En cuanto Nicole abrió la puerta y ambas entraron, la reacción de Ruby fue de evidente asombro; no muy diferente a la de Jaime la primera (y única) vez que fue ahí, o incluso la de la propia Nicole en su primer día.

—Cielos —exclamó Ruby con sus ojos bien abiertos como platos, observando con asombro el vestíbulo, la sala y la cocina—, Qué bonito lugar.

—Sí, no es muy grande pero es muy cómodo.

—¿No es muy grande? —espetó Ruby, seguida de una pequeña carcajada—. Creo que todo mi departamento cabe en el área del comedor y la cocina, y quizás sobraría espacio.

Se dirigieron a la cocina con las bolsas del supermercado y colocaron éstas sobre la encimera. Ruby la inspeccionó fugazmente. Era amplia, al menos para el tamaño del departamento. Y tenía además una estufa de gas con horno; mucho mejor que su hornilla eléctrica.

—Esta cocina definitivamente funcionará —indicó con orgullo en su voz, y comenzó de inmediato a sacar los ingredientes.

—¿En que ayudó? —preguntó Nicole con entusiasmo.

—Ya pareces más dispuesta a cocinar, ¿eh?

—Bueno, no quiero comer sin cooperar en nada.

—Por lo pronto ayúdame a lavar los vegetales, ¿sí? —indicó Ruby, señalando hacia la bolsa en donde habían comprado los vegetales para la ensalada; incluso el aguacate.

—Eso sí puedo hacerlo —respondió Nicole con seguridad, poniéndose manos a la obra.

Tal y como Ruby había dicho, el platillo sería unas pechugas de pollo rellenas de queso y jamón, envueltas en tocino. Para ello hicieron uso incluso del horno de gas, que Nicole antes de esa noche ni siquiera sabía bien cómo se encendía. Ruby se encargó de lo más complicado, obviamente, pero Nicole intentó hacer lo propio con la ensalada. Tras un poco menos de una hora, veinte minutos de las pechugas en el horno, la cocina entera se cubrió de un exquisito aroma que hizo que a ambas chicas se les hiciera agua la boca. El efecto fue aún mayor cuando Ruby sacó al fin el refractario de vidrio, y pudieron vislumbrar las dos pequeñas pechugas envueltas, con un color tostado perfecto. Casi parecían haber sido sacadas de la foto de un recetario de cocina.

La Chica del Otro BalcónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora