CAPÍTULO 28

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CAPÍTULO 28

Giselle había estado prácticamente toda la mañana frente a su tableta, trazando en limpio sus bocetos de vestidos largos, poniendo principal énfasis y esfuerzo en el amarillo con la espalda descubierta que tanto había convencido a Ricky, y plasmando en sus ilustraciones las diferentes vistas y posibles variantes. Esperaba poder presentárselos el lunes durante su viaje a Berghins, como él mismo había sugerido.

Entre las prendas que solía diseñar, los vestidos de fiesta eran los que más disfrutaba. Y si lograba convencer a Ricky de éste, sería el tercero salido completamente de su imaginación manufacturado por la marca Viscencio. Claro, debido a su contrato de trabajo, todo diseño que realizara, aunque fuera de su completa autoría, era propiedad de la marca. Pero, a cambio de esto, algunos de estos diseños podían en efecto ser manufacturados y vendidos en la tienda; eso claro, adicionado a la pequeña comisión que se llevaba por ello. Así que, al menos de momento, resultaba un buen trato para ella.

Y de este vestido en particular se sentía más orgullosa que de costumbre. Podría ser el mejor de sus trabajos a la fecha. Si hacía bien las cosas, podría incluso verlo en la pasarela durante el desfile de otoño en Mirage. Ese sería prácticamente un sueño hecho realidad.

Tras varias horas de trabajo, su propia mano se rehusó a seguir moviéndose, exigiéndole a su manera que tomara un descanso. Sin más remedio que obedecer, Giselle dejó la pluma digitar a un lado, estiró los brazos hacia el aire, y luego el cuerpo entero tras pararse al fin de su silla. Sentía el cuerpo algo entumido. Tendría que ir a correr o al gimnasio más tarde para remediarlo; o quizás buscar una forma más "divertida" de soltar el cuerpo, pero dudaba que fuera a tener el tiempo para eso.

Se dirigió a su cocina con su taza vacía, y encendió la cafetera para preparar un poco más de café. Acababa justo de accionarla, cuando escuchó como alguien llamaba con fuerza a su puerta, haciéndola saltar un poco. Aquellos golpes sonaban algo exasperados; quizás incluso un poco molestos. Eso no le dio buena espina, pero de todas formas se dirigió a la puerta para al menos echar un vistazo de quién era. Al mirar por la mirilla, se sorprendió un poco al ver del otro lado el rostro serio de Nicole, con una mirada dura e impaciente que miraba en otra dirección.

«¿Habrá pasado algo?» se preguntó un tanto confundida.

Sin dudarlo mucho más, quitó la cadena y el seguro, y abrió la puerta. Nicole se volteó de inmediato a mirarla en cuanto la vio.

—Nicole, ¿qué ocurre? —preguntó Giselle con voz cauta.

—¿Puedo pasar? —respondió Nicole con tono un poco tajante.

—Sí, claro —le contestó Giselle, haciéndose a un lado para que pasara, y así lo hizo.

—¿Tienes compañía? —soltó Nicole de golpe en cuanto estuvo dentro del departamento, lo cual desconcertó a Giselle incluso más de lo que ya estaba.

—¿Eh?

—¿Tienes alguna otra chica aquí? —añadió la visitante inesperada, girándose a mirarla con severidad—. ¿Alguien con quien te estés divirtiendo?

—No —respondió Giselle entre risas, cerrando al mismo tiempo la puerta—. Te dije en mi carta que tenía que trabajar, y era en serio.

—Perfecto...

Sin decir más, Nicole se aproximó rápidamente hacia ella, la tomó del rostro con ambas manos, y antes de que Giselle pudiera reaccionar, le plantó un beso directo en sus labios con una voracidad y ansía que dejó a la diseñadora prácticamente atónita.

La espalda de Giselle se pegó contra la puerta, mientras Nicole se presionaba con algo de fuerza contra ella, y sus labios se movían algo frenéticos contra los suyos. Giselle logró sobreponerse poco a poco a la impresión inicial, y reaccionar lo suficiente para comenzar a corresponderle su beso, e incluso alzar sus brazos y rodearla con ellos para atraerla contra ella. Se quedaron ahí por un rato, sin decir o hacer otra cosa que no fuera sentir el delicioso roce de sus labios, e incluso la oportuna intromisión de la lengua de la otra.

La Chica del Otro BalcónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora