CAPÍTULO 23
Giselle no había visto ni hablado con Nicole durante los siguientes días a aquel penoso incidente en su departamento. De hecho, sentía que quizás su vecina la estaba evitando, lo cual no era un pensamiento del todo descabellado. Aunque igualmente ella tampoco había hecho el intento de ir a buscarla. ¿Con qué propósito?, si no tenía siquiera idea de qué le diría al verla.
Además, como bien la había dicho, la semana siguiente tenía un viaje importante, y necesitaba para variar enfocarse en ello en lugar de estar pensando en problemas de alcoba. Aunque claro, era más fácil decirlo que hacerlo.
Esa mañana de viernes, Giselle llegó temprano al estudio de diseño de Viscencio, se sentó en su sitio de trabajo, y comenzó a trazar en la amplia pantalla de su tableta digital para pasar algunos diseños ya aprobados a limpio, en el formato que requerían las áreas de producción. Estos no eran para el desfile al que irían en unos días (dichas prendas ya estaban produciéndose, y de hecho algunas ya se estaban probando en las modelos en ese mismo instante a unos metros de donde Giselle estaba sentada), pero eran diseños en los que debían ir trabajando durante la semana en la que no estarían. Por ello tenía prisa en terminarlos antes del lunes. Por suerte ya no le faltaba mucho.
La mañana corrió con relativa tranquilidad. Giselle estaba enteramente concentrada en sus trazos, penas siendo un poco distraída por el constante movimiento de un lado a otro de las modelos y costureras, pero nada fuera de lo común para un viernes previo a un desfile. Si acaso algo llegaba a hacer que la mente de Giselle divagara un poco, eso era ese maldito asunto con Nicole.
De sólo recordar las palabras que le había dicho, se sentía fuertemente avergonzada, incluso materializándose como una pequeña opresión en el estómago. Le gustaría pensar que había sido sólo el calor del momento, pero la realidad era que no había sido la primera vez que algo así ocurría...
—¿Cómo estamos por aquí? —se escuchó resonar la animada y muy distintiva voz de alguien al ingresar al estudio, dejando más que evidente su presencia.
Como de costumbre, la atención de todos los presentes se viró en dirección al recién llegado, y casi todos pronunciaron al unísono uno fuerte: "¡Hola, Ricky!" que resonó en el eco del cuarto.
Ricardo Viscencio era un hombre alto, de piel bronceada y cabello rubio muy corto, ya cercano a sus cuarenta (aunque él no lo admitiera). Como era de costumbre, se presentaba con uno de sus elegantes e impecables trajes, en esa ocasión de un rojo vino muy llamativo, y unos lentes oscuros redondos de armazón dorado, que sólo se quitaba si acaso la oscuridad del cuarto en el que estaba era tanta que en serio le impedían ver algo. Ese no era el caso, pues su estudio siempre estaba muy bien iluminado.
—Ánimo, que ya es viernes —exclamó Ricardo con tono jocoso al pasar a lado de algunas de las modistas y modelos, acompañado de un par de aplausos para hacerse notar. Éstas simplemente le sonrieron, asintieron, y siguieron con su trabajo.
Luego de echar un vistazo rápido a los vestidos que se estaban probando, el diseñador, cuyo nombre iba en la marca de cada una de esas prendas, se dirigió directo a la modesta área de diseño, y en específico a una de las cinco dibujantes que trabajaban en ésta en esos momentos.
—Giselle, justo la chica que estaba buscando —exclamó con ímpetu al pararse a un lado de su escritorio—. ¿Lista para el desfile de Berghins, querida? No se te habrá olvidado, ¿o sí?
—Hola, Ricky —le saludó Giselle con moderado entusiasmo, sin apartar su atención de la pantalla—. No, claro que no. Ya la otra semana...
—Ajá. Salimos el lunes a primera hora. Llévate lo mejor que tengas en tu guardarropa, que hay un par de amigos que te quiero presentar y mueren por conocerte.
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La Chica del Otro Balcón
RomansaNicole acaba de conseguir su primer trabajo como interna en una revista reconocida, y por ello ha tenido que mudarse de su pequeño pueblo a la gran ciudad. En el primer día en su nuevo hogar, se encuentra a Giselle, su vecina del departamento de al...