CAPÍTULO 40

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CAPÍTULO 40

A la mañana siguiente de la fallida cena en el Spiretto, Nicole entró hecha una fiera a las oficinas de Wexzine. Al salir del elevador, no le dio a nadie los buenos días, ni tampoco respondió a aquellos que intentaron saludarla. Avanzó con paso apresurado, impulsada meramente por el enojo, y se dirigió directo y sin ninguna escala al escritorio de Jaime Hurt.

No sabía qué era lo que haría con todas esas emociones amontonadas en su pecho si acaso Jaime no estuviera en su lugar en esos momentos. Para su suerte, no tuvo que pensarlo pues el reportero en efecto estaba ahí, sentado con su atención puesta en su ordenador portátil mientras sus dedos se movían veloces por el teclado. ¿Qué estaba haciendo?, Nicole no lo sabía, y en esos momentos tampoco le interesaba.

Cuando el cuerpo de la interna estuvo lo suficientemente cerca para entrar en su visión periférica, Jaime dejó de teclear y alzó la mirada en su dirección.

—Nicole... —pronunció Jaime en voz baja, y fue todo lo que pudo decir antes de que Nicole se parara firme a su lado, y azotara con fuerza su mano contra la superficie del escritorio de madera, haciéndolo retumbar.

—¿Qué le dijiste a Ruby? —cuestionó con voz agresiva, sus ojos casi en llamas se encontraban fijos en él.

Jaime se repuso lo mejor posible a la impresión inicial e intentó recuperar la calma.

—¿Qué le dije de qué? —preguntó con tono neutro, recargándose contra el respaldo de su silla.

—Sabes muy bien de lo que hablo —le acusó Nicole, inclinando su cuerpo hacia él— ¿Qué le dijiste? ¿Que la estaba engañando con Giselle? ¿Que la quería para hacer otro trío con ella?

—Nada de eso —se defendió Jaime con firmeza—. Sólo le dije que si en verdad quería ir en serio contigo, debía primero aclarara qué relación tienes exactamente con... esa mujer.

—¡¿Y por qué hiciste tal cosa?! —exclamó de pronto más alto, sin darse cuenta de ello o de la atención no deseada que había suscitado entre los demás presentes—. ¿Con qué derecho te metes en mi vida? Yo te responderé: ¡con ninguno!

—Lo hice por Ruby —señaló Jaime, fijo en su postura—. Ella es mi amiga, y merecía saber en lo que se estaba metiendo.

—Por favor, no me salgas con eso ahora. ¿A quién quieres engañar? ¡Sólo querías lastimarme!

—Claro que no. Quieres echarme la culpa, pero la verdad es que si no hubiera nada malo entre esa mujer y tú, ¿por qué no se lo dijiste tú misma a Ruby en primer lugar?

—¡Hacerlo o no era mi decisión!, ¡no tuya! Podría haberlo hecho cuando fuera el momento correcto, o quizás nunca. Pero ahora, por tu culpa, lo que podría o no haber ocurrido entre Ruby y yo se arruinó. ¿Ya estás contento...?

—Jaime, Nicole —intervino de golpe la clara y solemne voz de Cynthia Manders, cortando de tajo su discusión.

Ambos se giraron al mismo tiempo, y notaron a la editora en jefe de pie a unos cuantos pasos de ellos, cruzada de brazos y observándolos con severidad a través del cristal de sus gafas rectangulares.

—¿Todo bien por aquí? —preguntó con voz cautelosa, inspeccionando el rostro de sus dos empleados.

Nicole balbuceó un par de sonidos incomprensibles, incapaz de responder. Fue entonces también consciente de que Cynthia no era la única que los miraba, y de que su exabrupto de había salido quizás un poco de su control.

—Sí, Cynthia, todo está bien —se apresuró Jaime a responder, parándose rápidamente de su silla—. No te preocupes. Sólo discutíamos unos temas personales.

La Chica del Otro BalcónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora