CAPÍTULO 32

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CAPÍTULO 32

¿En qué clase de revoltijo se había convertido la vida de Nicole Gireld que no podía pasar más de una semana sin un drama o una crisis nueva? ¿Toda la gente en la ciudad pasaba por lo mismo o sólo a ella le pasaban esas cosas? O, quizás la pregunta más correcta sería: ¿le pasaban todas estas cosas a todo aquel que conocía a Giselle Leblanch?

Definitivamente una parte de ella quería con mucha fuerza lanzarle toda la culpa a su vecina, que incluso a kilómetros de distancia parecía arreglárselas para perturbarla. Si lo pensaba detenidamente, tenía bastante evidencia para probar que toda esa locura en su vida había comenzado justo en cuanto su camino se cruzó con el de ella.

«¡Por supuesto que es su culpa!» se decía a sí misma con insistencia. «Desde que la conozco, ya no pienso con claridad, y hago este montón de cosas que por mí sola nunca habría hecho; todo gracias a su nociva influencia. Y ahora que tengo la posibilidad de tener una relación más "normal" con otra persona, tenía que hacerme volver a meter la pata con su tonta foto. ¡Maldita seas, Giselle!»

Sin embargo, por más que se lo repitiera, y por más que intentara convencerse, la verdad era que Giselle no la había obligado a hacer absolutamente nada. Y eso incluía tomarse esa foto, mandársela por accidente a Ruby, y luego estropear horriblemente su teléfono. Todo eso lo había arruinado ella misma, sin necesitar la ayuda de la diseñadora.

Al final, sin importar de quién fuera la culpa, el daño estaba hecho. Ahora sólo quedaba pensar en cómo solucionarlo, si es que acaso eso era posible. La opción de empacar todo y tomar el siguiente tren a su pueblo natal le resultaba de hecho muy tentadora, por encima de tener que encarar a Ruby. Pero claro, ella sabía bien que esa no era una opción viable.

Estuvo casi toda la noche pensando en una excusa, cualquiera que pudiera sonar aunque fuera un poco creíble. Tras mucho meditarlo, se le ocurrió una que pudiera salvarla, aunque implicaría decir que la fotografía la había tomado tiempo atrás y no esa misma noche. Desconocía si acaso Ruby podía de alguna forma saber cuándo la foto había sido tomada con sus trucos de Ingeniera en Informática, pero tendría que arriesgarse.

No logró dormir mucho, pero al menos lo necesario para no ir a trabajar como un completo zombi (sólo la mitad uno, si acaso). Al llegar a la oficina a la mañana siguiente, se dirigió del ascensor en dirección a la oficina de Ruby. Habría ponderado la opción de evitarla hasta que ya fuera inevitable, pero supuso que hacer eso la haría ver mucho más sospechosa. Así que era mejor ir, terminar de una vez con el asunto, y que pasara lo que tenía que pasar.

«Como arrancarse una bandita de tajo, ¿no?»

Aunque claro, resultaba muy sencillo decirlo.

En su trayecto hacia enfrentar su destino, se cruzó casualmente con Jaime, que venía caminando en dirección contraria. Nicole estaba tan concentrada en sus propias preocupaciones que no reparó en el reportero, aunque él sí lo hizo en ella.

—Nicole... —pronunció intentando llamar su atención, pero Nicole siguió de largo.

—Ahora no, Jaime —le respondió con seriedad sin detenerse.

—Es un asunto de trabajo, en serio.

—Te creo —le respondió la interna, girándose a mirarlo rápidamente—. Pero tengo algo importante que hacer... Voy a tu lugar en un minuto.

—Está bien... —pronunció Jaime, al parecer un poco desconcertado por la inusual actitud de la interna.

Nicole estaba tan ensimismada en su asunto con Ruby, que su otro asunto con Jaime de momento le resultaba algo indiferente. Si lo pensaba, eso resultaba incluso una ventaja.

La Chica del Otro BalcónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora