CAPÍTULO 57

135 8 5
                                    

CAPÍTULO 57

Nicole bajó con cuidado cada escalón en dirección a Giselle, y ésta se quedó prácticamente paralizada en su sitio, contemplando en silencio como se le aproximaba, cuestionándose todavía si acaso era verdad lo que veía, o ya su mente había comenzado a jugarle una mala pasada. Quizás en cuanto parpadeara o aquella ilusión estuviera lo suficientemente cerca, se esfumaría en el aire como humo. Pero aquello no sucedió. La hermosa joven mujer de cabellos rubios y piel morena se paró justo delante de ella, y le ofreció otra más de sus radiantes sonrisas. El dulce aroma de su perfume le impregnó también la nariz. Pero sólo estuvo segura de que era real hasta que la escuchó hablar.

—Qué bueno que te encontré —murmuró Nicole con tono aliviado—. Temía por un momento haberme equivocado de lugar, aunque en la puerta me hayan dejado entrar con la invitación... ¿En verdad ésta es la casa de Jessica? —inquirió confundida, mirando a su alrededor con asombro—. ¡Es enorme!

Giselle abrió la boca, sin tener claro a qué de todo lo que acababa de decirle iba a responder. Al final no lo hizo a ninguna en realidad, y su voz temblorosa se le atoró en la garganta un buen rato. Forzándose un poco, lo más que logró fue dejar salir la pregunta que su mente le empujaba con fuerza desde hace rato a hacer.

—Nicole... ¿Qué... qué haces aquí?

—Vine a la boda, creo —susurró la recién llegada, dubitativa—. Temía no llegar a la ceremonia a tiempo, pero al parecer tuve suerte.

—¿Viniste? —musitó Giselle, incrédula—. Creí que no ibas a poder venir. ¿Qué pasó con tu trabajo? ¿Y Ruby?

Alzó en ese momento su mirada hacia los lados y hacia la escalera, esperando distinguir en cualquier punto los cabellos rosados de la jefa de sistemas, pero no fue así.

—Ruby está con su familia todavía —escuchó como Nicole respondía, y logró percibir cierta acidez en su tono al hacerlo. Al mirarla de nuevo, percibió que el mismo sentimiento se encontraba impregnado en su rostro—. Vine sola...

Giselle supo de inmediato que había algo escondido tras esas palabras; algo que quizás sí, o quizás no, le gustaría escuchar. Pero de momento aquello no era lo más importante para ella.

—¿Por qué...? ¿Por qué viniste? —le preguntó con voz cauta—. No es que... me moleste que estés aquí, ¡me alegra verte!

«Y no sabes qué tanto» pensó al mismo tiempo, y en verdad le resultaba imposible exteriorizar el nivel de alegría que le provocaba su sorpresiva presencia, en especial porque su confusión la oprimía un poco.

—Es sólo que no lo entiendo —añadió con un hilo de voz, casi temeroso.

Nicole volvió a sonreír como antes, dejando atrás el sentimiento amargo que había reflejado hace unos momentos.

—Pese a lo que me dijiste el otro día, cuando te escuché hoy en el teléfono sentí que en verdad necesitabas a una amiga que estuviera aquí contigo para darte apoyo moral. Así que de inmediato me arreglé, empaqué, reservé un hotel, tomé el siguiente tren que venía para acá y... bueno, aquí estoy. Lo sé, suena loco; ni yo me lo creo del todo. ¿Quizás fue demasiado impulsivo...? ¿Debí haberte avisado primero?

Había genuina preocupación en su tono, producto de, quizás, haber hecho algo incorrecto, aunque fuera con buenas intenciones.

—No, para nada —pronunció Giselle rápidamente para aclarárselo—. Pero entonces... ¿viniste hasta aquí por mí?

Nicole sonrió y asintió lentamente.

—Sé lo difícil que es todo esto para ti, y no deberías pasarlo sola. Yo debí de haberlo sabido desde un inicio y venir antes, pero... bueno, lo siento.

La Chica del Otro BalcónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora