CAPÍTULO 58

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CAPÍTULO 58

La mesa de postres era bastante amplia, y la variedad de aperitivos que tenía para elegir era igualmente considerable. Giselle tomó dos de los pequeños platitos que estaban colocados en un extremo de la mesa, y comenzó a recorrerla con la mirada, postre por postre, sin estar segura de qué tomar. Ya estando ahí frente a la mesa, le pareció más que claro que en realidad no era que tuviera muchas ganas de algo dulce, sino que sólo quería una excusa para pararse de la mesa. Lástima que no había funcionado para alejar también a Nicole de aquel sitio.

Tras un rato comenzó a servirse un poco al azar; un pastelillo de fresa por aquí, una mini tarta de limón por acá, un par de galletas, un tiramisú... La mayoría eran más pensados para Nicole que para ella misma; esperaba que su acompañante sí tuviera antojo de algo dulce. Y claro, también esperaba que lo que fuera que Mary le estuviera diciendo en esos momentos, no tuviera horribles repercusiones. Pero bueno, eso era darle más crédito y poder a Mary del que en verdad tenía.

—Buenas noches, Giselle —escuchó que una voz pronunciaba a su lado, haciéndola reaccionar rápidamente y voltear en dicha dirección. Parada a menos de un metro, se encontraba una mujer robusta, de cabello rubio rizado perfectamente peinado, usando un traje modesto color negro con brillos dorados en él. La mujer la miraba con ojos gentiles, y le sonría de la misma forma.

Giselle la miró unos segundos, no logrando identificarla en un inicio, aunque al final logró dar con su identidad; ayudó mucho el hecho de que justo la acababa de ver la noche anterior en la cena de ensayo.

—Ah, buenas noches, Sra. Sullivan —saludó con ligero entusiasmo a la mamá de Mary. Era extraño que justo pensara en esos momentos en lo mucho que le gustaría hundirle a la hija su cara en el pastel para callarla, y justo aparecía la madre. Esperaba en serio que fuera sólo una coincidencia.

La mujer, obviamente, era ignorante de los pensamientos beligerantes que Giselle tenía en esos momentos hacia su hija, pues le sonrió con aún más gentileza que antes.

—La ceremonia fue hermosa, ¿no crees? —le preguntó con moderada emoción, a lo que Giselle respondió sólo asintiendo—. Y el vestido igualmente fue encantador. ¿En verdad lo hiciste tú sola?

—En su mayoría, sí. Gracias, ha sido uno de mis mejores trabajos.

—¿Te agradan los postres que elegí para la mesa? —preguntó la Sra. Sullivan de pronto, tomando desprevenida a Giselle por el repentino cambio de tema.

—¿Disculpe?

—Los postres —recalcó la Sra. Sullivan, apuntando con su mano hacia la mesa delante de ellas.

—Ah, ¿usted puso la mesa de postres?

—Y los aperitivos, la bebida, y todo el mobiliario. A eso me dedico, ¿no te acuerdas?

La verdad, no; no lo recordaba, o al menos no con claridad. Si no estaba relacionado con la rica limonada que le había servido las pocas veces que había ido a su casa, lo cierto es que no guardaba en su memoria algún otro dato relevante de la Sra. Sullivan. Sí tenía vagos recuerdos de haber visto revistas de bodas y sillas de fiesta apiladas en la cochera de Mary alguna vez, pero no creía que aquello le hubiera causado un interés particular como para haber preguntado al respecto.

—Ah, sí, claro —murmuró como respuesta, intentando sonar lo más sincera posible—. Pues todo quedó muy bien, la felicito —añadió con educación, al tiempo que colocaba otra galleta más en su platito.

—Eres muy amable, querida. Gracias.

—No hay de qué. Bueno, si me disculpa, debo volver a mi mesa —se disculpó Giselle, señalando en dirección a donde Nicole, Mary y las otras estaban sentadas.

La Chica del Otro BalcónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora