CAPÍTULO 55

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CAPÍTULO 55

Giselle terminó de hacer su maleta, y a media tarde comenzó a arreglarse para la boda. Se dio otro baño (aunque se hubiera duchado esa mañana en el hotel, sentía que lo necesitaba), y vestida únicamente con su ropa interior, se sentó frente a su tocador para maquillarse rápidamente. Normalmente le hubiera dedicado más tiempo y cuidado, pero en ese momento lo único que le importaba era salir de esa casa pronto, así que se limitó a sólo ocultar detrás de una delgada capa de glamour el gran desasosiego que le invadía el pecho.

Esa noche era de Jessica, y no podía permitir que sus problemas se la arruinaran. Se presentaría, pondría la mejor cara que pudiera, y cumpliría su papel de dama de honor hasta el final.

Su atuendo elegido para la noche sería un vestido largo de fiesta color lila, el color que Jessica les había pedido a todas sus damas que llevaran; les había dicho que podían llevar el atuendo que quisieran, siempre y cuando fuera de ese color. El de Giselle era largo hasta los tobillos, totalmente liso salvo por algunos discretos brillos en la parte inferior. Tenía los hombros y los brazos descubiertos, y se sujetaba al cuello con un cordel delgado. El diseño dejaba la mitad de su espalda al descubierto, en una línea delgada entre elegante y seductora, como le gustaba. Si no estuvieran en... lo que fuera esa situación en la que se encontraban, su madre de seguro no se guardaría algún comentario al respecto.

Y hablando de su madre, por supuesto que era justo por ella que deseaba salir pronto de ese lugar. No había vuelto desde su discusión en la mañana; quizás había ido a trabajar, o quizás igual que ella deseaba evitarla lo más posible. Así que en cuanto estuvo lista (o lo mínimo para poder considerarse como tal), salió disparada de su casa con todo y su maleta.

Pasó un par de horas en una cafetería, esperando que fuera un momento aceptable para hacerse presente en la residencia Herbert. Pasó ese tiempo sentada, con su vestido de fiesta, su maleta en el asiento a su lado, bebiendo un poco de café, y comiendo a cuentagotas de una insípida ensalada césar. La sensación que le apretujaba en el estómago la tenía sin apetito.

Giselle se sentía una tonta, escondiéndose de esa forma de su madre, escondiéndose de Jessica, y de cierta forma de todos los demás. Era una mujer adulta, independiente y fuerte... y aun así de alguna forma siempre terminaba de alguna forma comportándose como una niña cuando se trataba de todos esos temas.

Se sentía también enormemente apenada por haber sucumbido y marcado a Nicole para perturbarla con sus divagaciones. ¿Qué había ganado con eso? De seguro sólo preocuparla, asustarla, o incluso alejarla más. De seguro Ruby y ella se reirían de lo lindo de lo sucedido...

«No, Nicole no es así» se dijo a sí misma con convicción. A pesar de todo lo que había ocurrido entre ellas, de seguro terminaría sintiéndose genuinamente preocupada por ella. Ese era el tipo de persona que era; una mucho mejor que ella.

Más de una vez se sintió tentada a mandarle un mensaje de disculpa, o al menos decirle que todo estaba bien, que no se preocupara, pero desistió. Ya tendría que encararla y hablar con ella cuando volviera casa.

«Una cosa a la vez, Giselle» concluyó al tiempo que daba pequeños sorbos de su taza.

Lo único que logró sacarla de sus preocupaciones fue un mensaje de Jessica, pidiéndole si podía llegar un poco más temprano para ayudarla con su vestido y su velo. Esa fue la excusa que buscaba, así que de inmediato se puso en camino.

— — — —

La residencia Herbert ya estaba casi lista para el gran evento; algunas de las decoraciones habían comenzado a colocarse desde el día anterior. El amplio jardín de la mansión estaba habitado por decenas de sillas, mesas, manteles, flores, una larga mesa de bocadillos con una (quizás demasiado cliché) estatua de hielo en forma de cisne en el centro, luces listas para encenderse en cuanto se pusiera el sol, una pista de baile portátil con luces colocada a un lado, con una tarima con el equipo de sonido del grupo que tocaría, y un área para la ceremonia del otro lado. Ésta última se componía principalmente de un alto arco rebosando de flores en el que sería el altar, y un camino marcado por una alfombra blanca con pétalos sobre ella, flanqueado a cada lado por sillas blancas de jardín preparadas para los invitados.

La Chica del Otro BalcónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora