CAPÍTULO 08 (+18)

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CAPÍTULO 08 (+18)

Ambas salieron al balcón tomadas de las manos, y fueron recibidas por las brillantes luces de la ciudad alumbrando la vista, y los sonidos lejanos del tráfico. Aun así, se sentía una particular soledad en ese sitio, casi como si en verdad estuvieran solas en los alrededores, y aquellas luces y sonidos simplemente pertenecieran al ambiente.

—Hace un poco de frío aquí afuera —comentó Bárbara, tomándose sus brazos desnudos con ambas manos.

—Yo te ayudo a calentarte, si quieres —sugirió Giselle, y sin esperar confirmación abrazó a su amiga por detrás, pegándosele por completo a su espalda y comenzando a recorrer sus labios por su nuca.

—Espera —murmuró Bárbara, soltando pequeñas risitas—. Sabes que me da cosquillas... que me besen ahí...

Giselle en efecto lo sabía, pero también sabía que las cosquillas que le sacaran risas sólo eran temporales, y con el tiempo las risas terminaban convirtiéndose en gemidos placenteros.

Sus manos subieron por su vientre, con sus palmas muy pegada a su cuerpo, y se posicionaron sobre sus pechos, comenzando a juguetear un poco con ellos; sus manos apenas y eran suficiente para tener ambos entre sus dedos.

Bárbara siguió riendo, y en un momento gimió con un poco de fuerza sin poder controlarlo. Esto la obligó a cubrirse la boca, temerosa de quizás haber sido escuchada. Luego de un rato, comenzó a sentir gusto por todo lo que su compañera le hacía. En un punto se libró un momento de su agarre y se giró de regreso a ella, volviéndola a besar con la misma desesperación que había aplicado cuando entró en el departamento, aventurándose a incluso meter su juguetona lengua en la boca de su anfitriona, que la recibió gustosa.

Aquel beso fue largo, húmedo, y en verdad delicioso. Ambas se abrazaron mutuamente, cerraron los ojos, y se permitieron disfrutar enteramente las sensaciones que el roce mutuo de sus bocas les proporcionaba. O bueno, al menos Bárbara lo hizo, pues una parte de la atención de Giselle se enfocó fugazmente en otra dirección. Abrió sólo un poco sus ojos, y miró sobre el hombro de Bárbara en dirección al otro balcón. No esperaba realmente tener tanta suerte y era más un "a ver qué pasa". Pero, para su sorpresa, en ese pequeño vistazo pudo distinguir un rostro apenas asomándose a través de las cortinas del otro departamento, mirando expectante en su dirección.

«Así que en verdad te gustan este tipo de espectáculos, ¿eh?» pensó Giselle divertida. Si a su nueva vecina le gustaba ver, entonces le daría otro pequeño regalo de bienvenida.

Giselle bajó, besando la barbilla y el cuello de Bárbara, bajando aún más y comenzando a abrirle su blusa sin siquiera pedir permiso. Cuando le desabotonó los primeros tres botones, Bárbara soltó un pequeño gemido, quizás al sentir el fresco en su piel de su busto protegido únicamente por la tela delgada de su sostén blanco. Giselle pegó su rostro entre sus senos, comenzando a besarlos, lamerlos, e incluso a morderlos un poco. Bárbara sólo suspiraba con gusto.

Comenzaron a avanzar hacia una de las sillas alargadas de alberca que Giselle tenía ahí en el balcón, y una vez que se toparon con ella, guio Bárbara parque se sentara delicadamente en ésta para ponerla cómoda. La pelinegra la siguió besando en el mismo sitio un rato más, y luego se alzó sólo un poco, girándose sutilmente hacia el otro balcón. Sus ojos se encontraron irremediablemente con los de Nicole, que continuaba ahí observando todo a través del cristal de la puerta; ahora ambas sabían que la otra conocía su presencia.

Por su lenguaje corporal, fue evidente que Nicole quería ocultarse de nuevo tras la cortina, pero terminó no haciéndolo y se quedó ahí... observando. Giselle sintió en su interior que su vecina deseaba ver más, así que no quería decepcionarla.

La Chica del Otro BalcónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora