CAPÍTULO 39 (+18)

255 7 0
                                    

CAPÍTULO 39 (+18)

«Ay, no...» pensó Giselle, casi horrorizada, y por mero reflejo agachó su mirada de regreso a su juego, como si quisiera fingir que aquello no había ocurrido. Lo cual, por supuesto, resultaba absurdo por decirlo menos.

Era Maxim Stuart, una fotógrafa profesional que trabajaba para una revista de moda con la que Viscencio tuvo una campaña hace un par de años. Fue durante dicha campaña que la había conocido, y bueno... se habían conocido mucho más que en lo laboral. Había sido sólo unas dos o tres veces, y luego perdido contacto. No habían quedado en malos términos... pero tampoco estaba ni cerca en la lista de amigas a las que Giselle había mandado mensaje esa noche.

¿Qué hacía en un sitio como ese? Había ido justo porque esperaba no encontrarse con absolutamente nadie conocido por esos lares, y menos a alguien tan engreída como Maxim Stuart.

Esperaba que hiciera lo mismo que ella y siguiera su camino, ignorándola. Pero dicho deseo no fue cumplido.

—Vaya, vaya —pronunció aquella chica con voz alegre, parándose justo a un lado de su mesa—. Giselle Leblanch en persona. Qué sorpresa.

Giselle suspiró con pesadez y se forzó a esbozar la sonrisa más sincera que pudo antes de voltearse de nuevo hacia aquella repentina aparición.

—Hola, Maxim —le saludó en escueto entusiasmo—. Sí, qué sorpresa... encontrarte aquí. ¿Cuánto tiempo ha pasado?

—Casi dos años, creo —indicó Maxim, aproximándose más e inclinándose un poco hacia ella, mientras apoyaba una mano en la mesa y otra en el respaldo del sillón detrás. Estando ya tan cerca, Giselle no pudo evitar echarle un mejor vistazo a su atuendo. Siempre le había gustado vestirse de una forma más andrógina, y al parecer era un gusto que se mantenía—. No me llamas, no me escribes, y mira el sitio al que te vine a encontrar.

—Sí, qué... loco, ¿verdad? —masculló Giselle, fingiendo indiferencia—. No esperaba encontrarme con nadie conocido en este lugar.

—Lamento decepcionarte —masculló Maxim de forma burlona, encogiéndose de hombros—. Pero si sirve de algo, no vengo tan seguido. Sólo cuando una amiga me invita —señaló entonces con su pulgar hacia su mesa, en donde sus acompañantes parecían aún no haberse percatado de la escena que ocurría—. Para jugar un juego de mesa y beber, yo prefiero la intimidad de una sala de estar. ¿No estás de acuerdo?

Giselle sólo sonrió y asintió levemente.

—Y... —masculló la fotógrafa, echando un vistazo rápido al resto de la mesa—. ¿Estás aquí sola?

—¿Sola? —soltó Giselle, seguida de una pequeña risilla—. ¿Bebiendo y jugando un juego de mesa yo sola? Eso suena bastante triste, ¿no? No es para tanto. Sólo me hablaron de este sitio y tenía curiosidad de saber cómo era.

—¿Tan arreglada? —señaló Maxim, echando una nada discreta mirada al vestido rojo de hombros descubiertos que Giselle usaba, además de los finos accesorios y su maquillaje. Giselle prácticamente había olvidado que se había vestido para ir al Spiretto, no al Game Bar.

—Sí... quizás subestimé un poco lo "casual" que era este sitio. Pero, no importa. La verdad ya me iba.

Comenzó en ese momento a guardar rápidamente el tablero y las piezas el juego de mesa, sin importar que se encontraba a la mitad de su partida de recolecciones de nueces.

—¿Segura? —inquirió Maxim—. ¿No te gustaría acompañarnos?

—No, no quiero importunar —respondió Giselle con voz relajada—. Ya bebí demasiado por esta noche y debería estar en casa.

La Chica del Otro BalcónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora