CAPÍTULO 52 (+18)

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CAPÍTULO 52 (+18)

Giselle y Shirley se dirigieron sigilosamente a la salida secundaria del salón, mientras la mayoría de los invitados seguían entretenidos con los mariachis. Nadie notó que se iban; ni Jessica, ni Lucas, y por suerte tampoco la Sra. Leblanch.

Ya afuera del restaurante, tomaron un taxi y le pidieron al conductor que las llevara sin desvío al Hotel Central. Ambas se sentaron en el asiento trasero, y el chofer no pudo evitar echar una mirada poco discreta a las dos hermosas mujeres a través del espejo retrovisor, pero al instante se obligó a concentrarse en el camino.

Giselle se sentó pegada lo más posible contra Shirley. E incluso, estando ambas en esa posición y fuera del rango de visión del espejo del conductor, se permitió posar una mano sobre el muslo de su nueva amiga, acariciándola sutilmente con sus dedos sobre su pantalón. Shirley se sobresaltó en cuanto percibió aquellos roces, pero se esforzó por mantenerse serena. Aun a pesar de sus esfuerzos, era evidente que la cercanía de Giselle la alteraba, pero no necesariamente de mala manera. Y eso, por supuesto, a Giselle le encantaba.

Ninguna dijo nada durante el trayecto, pero no fue tampoco necesario. Sus respiraciones, sus miradas, sus sonrisas, incluso la sensación cálida que radiaba la piel de una contra la otra... Todo eso reflejaba bastante bien las emociones que las envolvían, y que sólo iban en aumento mientras los segundos pasaban, junto con la expectativa de lo que vendría.

Por suerte para ambas, el hotel no se encontraba demasiado lejos del restaurante, y en menos de diez minutos ya estaban estacionadas frente a la puerta principal. Cuando se bajaron, Shirley se dirigió presurosa hacia adentro, y posteriormente hacia los ascensores, sin mirar ni hablar con nadie, y a simple vista procurando no llamar la atención. Giselle, sin embargo, se limitó a seguirla con paso mucho más calmado. Le resultaba casi divertido lo imposible que le resultaba a su compañera de esa noche ocultar su nerviosismo. De seguro no estaba acostumbrada a ese tipo de situaciones.

Estando ya las dos solas en el ascensor, Shirley pareció un poco más tranquila. Quizás, demasiado... por lo que Giselle aprovechó los cinco pisos que las separaban de su destino para tantearla un poco. Una vez que las puertas se cerraron, Giselle no perdió el tiempo y se inclinó hacia ella, aproximando peligrosamente sus rostros. Shirley se puso tensa ante la repentina proximidad, y en especial por la sensación cálida del aliento de Giselle sobre su piel.

—Espera —masculló nerviosa—. Hay cámaras... ¿no?

Desvió sus ojos verdes hacia las esquinas del ascensor, en busca de esa cámara fisgona que tanta inquietud le generaba.

—Es sólo un beso —pronunció Giselle con voz risueña, y sus labios rozaron ligeramente la comisura de los suyos—. ¿Crees que nunca nadie se besa en un elevador?

Shirley no respondió, pues parecía más que sumida en el cosquilleo que su acompañante provocaba en ella. Giselle no cerró por completo el beso. En su lugar, permaneció en la misma posición, apenas rozándola, tentándola a que ella fuera la que lo hiciera, como sabía bien había estado queriendo toda la noche. El cuerpo de Shirley temblaba, y su respiración se agitaba. Era evidente que estaba más que dispuesta a ceder y hacerlo de una vez. Aproximó su rostro aún más hacia Giselle, haciendo que sus labios se presionaran sólo un poco contra los de ella...

Pero antes de que pudieran sellar como tal el anhelado beso, el ascensor sonó marcando que habían arribado a su destino, y las puertas no tardaron en abrirse. Giselle se apartó divertida de su acompañante, quien por instinto buscó sus labios a tientas, sin resultado. La diseñadora sonrió con picaría, y se dirigió tranquilamente hacia afuera del elevador. Shirley la siguió de cerca, claramente frustrada... aunque más que nada acalorada y excitada.

La Chica del Otro BalcónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora