CAPÍTULO 50

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CAPÍTULO 50

Giselle pasó casi todo el jueves, y parte de la mañana del viernes, con los últimos arreglos al vestido de Jessica. Instaló su taller improvisado en su vieja habitación de adolescente en la casa de su madre, justo como lo hacía de adolescente cuando se encargaba de los disfraces de las obras escolares. Por suerte no fue mucho lo que tenía que ajustarle, pero decidió tomarse su tiempo. Después de todo, estar encerrada en su habitación le daba una excusa para convivir con su madre lo menos posible.

El vestido quedó perfecto, y la mañana del viernes lo llevó de regreso a casa de Jessica, en donde tras medírselo de nuevo todos concordaron en que no podría quedarle mejor. Jessica estaba que explotaba de la emoción.

Esa misma noche sería la cena de ensayo, y aunque Giselle se sintió tentada a no asistir (en parte por cansancio, en parte para evitar cruzarse con ciertas personas antes de lo necesario), Jessica se lo recordó varias veces, junto con el hecho de que era su dama de honor.

—Irán Mary, Lucy, Karla, y otras más de nuestras compañeras de escuela que de seguro hace mucho no ves —le había informado Jessica, en un intento de incentivarla a que fuera—. Y también algunos amigos de Lucas. Será divertido, como una pequeña reunión escolar. Y podremos charlar todos juntos con más calma, antes del gran día que será tan ajetreado.

Giselle se limitó a sólo sonreír y responder que ahí estaría, omitiendo el hecho de que (como todo ese fin de semana) lo haría sólo por ella, pues lo que menos se le antojaba en esos momentos era ver a cualquiera de esas personas a las que hacía referencia.

Y si acaso aquello ya no era de por sí bastante tedioso, a media tarde mientras comenzaba a arreglarse para la cena, su madre le informó que también iría, y que podían irse juntas. Giselle se paralizó un instante al escuchar la propuesta, y en su garganta se atoró un rotundo "no", que en su lugar salió en la forma de un escueto:

—Sí, claro.

Una vez arregladas, ambas pidieron un taxi y se dirigieron al restaurante que la familia de Jessica había reservado para esa noche. Como era habitual en ella, Beatrice Leblanch, la madre de Giselle, llevaba un atuendo formal de blazer y falda entubada, ambas color vino, que ajustaba muy bien a su cuerpo delgado, pero que para el gusto de Giselle quedaba mejor para la oficina que para una fiesta. Ella, por su parte, optó por un vestido negro más casual, largo hasta por debajo de las rodillas, pero con un generoso escote en la línea justa entre ser elegante, y comenzar a quizás considerarse un poco vulgar; dependiendo de quién lo viera.

El salón privada que habían reservado para la cena resultó ser un poco más grande de lo que Giselle se esperaba, y también más concurrido en el momento en el que su madre y ella ingresaron. Había algunos de pie conversando, otros sentados, e incluso un par de niños corriendo y gritando por ahí; uno incluso estuvo a nada de chocar contra ella.

Había cinco mesas; una grande rectangular como para unas veinte personas, en cuya cabecera había dos sillas de respaldos altos adornadas con guirnaldas de flores blancas, y que claramente eran para los novios, y cuatro circulares en donde cada una podrían sentarse quizás unas diez personas. Eso daba un total de sesenta personas.

«¿Es usual que tanta gente acuda a una simple cena de ensayo?» se preguntó Giselle a sí misma. Lo cierto era que no había asistido a muchas cenas de este tipo antes (con problema asistía a las bodas), así que desconocía qué era lo usual.

El lugar estaba decorado con hermosos arreglos florales, y luces que caían en cascada desde el techo adornando las paredes. Había una barra tipo buffet a un lado del salón para que los invitados se sirvieran lo que quisieran, y varios meseros recorrían el sitio cargando bandejas con bebidas de todo tipo, además de algunos entremeses. Parecía bastante más cercana a una boda real, al menos para Giselle.

La Chica del Otro BalcónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora