Capítulo №11

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Nunca había visto a Julieta tan furiosa. Y tengo tanta bronca de que siempre todo termine así, ¿pero cómo solucionarlo? No puedo cambiar lo que está hecho, no es como que lo hubiese hecho a propósito. El frío me está cortando las manos y el cuerpo está resentido, el traje es muy fino. Pero aún así, sigo aquí de pie, acompañándola en silencio. Sé que quiere que esté aquí, sino ya se habría ido o me habría echado.

—Por favor, vuelve aquí —rompo el silencio—. No tienes que dejar el empleo.

Por fin me mira. Está apoyada sobre el auto abrazada a sí misma.

—No —determina—. No quiero, voy a pasar página. Me siento demasiado avergonzada de todo lo que me está pasando. Estoy cansada de que todos a mi alrededor sepan de mi vida. Harta. Quiero comenzar de nuevo, donde tenga los menos conocidos posible.

Está demasiado segura.

—¿Quieres que vayamos a beber algo por ahí? ¿Un café caliente? —ofrezco atento por el frío.

Me da una mirada de soslayo y frunce sus labios con desagrado. Es como si lo hiciese con asco.

—¿Crees que estoy para beber un café contigo? —ironiza y se incorpora del auto—. Vete a la mierda, Ethan.

Me quedo helado, imposibilitado de saber qué responder o hacer. No estoy preparado para una contestación como esa de ella.

—Y-yo —tartamudeo como un idiota, estoy nervioso y el frío no ayuda.

Lo peor es cuando noto que busca sus llaves y se irá. Abre la puerta e ingresa, pero de un arrebato por impedir que se vaya y todo quede así de tirante, sujeto la puerta con mi mano izquierda y el auto con la derecha, también me inclino. Ella me mira con impaciencia y luego su vista se posa en el frente.

—¿Qué?

Vuelvo a tartamudear, ¿cómo es posible? ¿Por qué me sucede esto?

—Sólo no quiero que te vayas —confieso y frunce su ceño molesta.

—¡Quítate!

Sujeta la perilla y de un rápido movimiento cierra la puerta. Lo que Julieta no vio es que mi mano derecha que sujetaba el auto, estaba dentro del riel de la puerta. Con tres dedos dentro. Mi grito se debe oír hasta el otro lado de la ciudad, y mis ojos se llenan de lágrimas por el dolor. Julieta instantáneamente abre la puerta y me alejo unos pasos haciendo presión sobre mi mano. Y cuando ella sale del auto, y me ve se cubre la boca y viene frente a mí con desespero. No pienso del dolor, duele como la maldita mierda.

—¡Ethan! ¡Sangras!

Cuando miro mi mano y le quita el saco de encima, lo veo. Podría desmayarme aquí mismo.

—¡Et! ¡Vamos al hospital!

Creo que me he quedado en shock. Julieta me toma del otro brazo y me arrastra hasta el auto, entro y tomo asiento nuevamente haciendo presión por la sangre. Apoyo mi cabeza en el asiento y cierro mis ojos, duele mucho.

Escucho que Julieta está llorando desesperada mientras conduce, me pregunta si me duele y no puedo contestar. De hecho ya no sé si es dolor o más bien calor y ardor. Me pregunto si perderé los dedos, si no podré trabajar más, me pregunto qué mierda pasará de ahora en más. Y tengo miedo.

Al llegar a la guardia y ver mi estado, obviamente me atienden de urgencia. Me preguntan cómo fue, si me duele, si siento los dedos, y la verdad es que duele como la mierda, pero tengo más miedo de toda la sangre que he perdido. Me han puesto una manta delante de los ojos mientras hacen la cirugía, dicen que no puedo ver. Mi doctor se aparece y me regaña, dice que me dejará internado para no tener más accidentes. Lo peor es cuando me informan que dentro de las veinticuatro horas verán cómo funcionan mis dedos y la motricidad. Casi me largo a llorar cuando dijeron que podía perder algún dedo o quedar imposibilitado, sobre todo el pulgar, es el que más desprendido quedó. La puerta se cerró con tanta fuerza que casi los corta.

Sempiterno Caos #3 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora