Ethan me observa de una forma particular, y nunca antes vista, casi como si la que tuviese enfrente no fuese la castaña, sino una desconocida. Se mantiene rígido y nervioso, cada unos segundos aparta sus ojos de mí y los posa en cualquier parte en la que no tenga que verme a los ojos. Doy pena, chorreo agua y estoy tiritando de frío, pero me mantengo firme, esperando un poco de consideración de su parte.
Se hace a un lado y me deja pasar, entro sin quitarle el ojo de encima y me acerco a la estufa de gas, muero de frío. Ethan cierra la puerta y camina hacia mí con inseguridad. Termina por posicionarse al otro extremo del hogar, a unos dos metros.
—¿Qué quieres? —pregunta con una amabilidad forzada.
Admito que no esperaba una pregunta tan concreta y lejana. Pero me ha ubicado en tiempo y espacio, me deja sabiendo por dónde debo comenzar.
—Lo jodí —admito—, pero debes entender que estaba ebria, no es como que lo haya hecho consciente...
—Yo he hecho muchas cosas inconsciente, y no precisamente por ebriedad, y aún así me crucificaste.
Está demasiado seguro, su rostro se ve hostil y temo que este no haya sido un buen momento para hablar, pero los días pasan y las cosas siguen sin ser arregladas.
—Te he perdonado cosas horribles que me has hecho —le recuerdo sin que suene a reproche.
—Si las recuerdas no han sido perdonadas —determina—, de hecho creo que no me has perdonado una mierda, que no olvidas lo que ha pasado, que aún me culpas por el bebé y encontraste el momento justo para vengarte.
—¡No estoy vengándome!
—¡Lo haces! De otra manera no me dirías que he hecho cosas peores, simplemente te disculparías conmigo como yo lo he hecho contigo sin traer cosas a cuento, ¡estás queriendo cubrir lo tuyo con lo que yo he hecho!
Le sale fuego por los ojos, y aunque yo sé todo lo que he pasado por él y lo que le perdoné, tiene razón. Lo que él ha hecho no me da derecho a hacer eso. Pero ¿qué otra salida hay a eso?
—No comparo ni pago con la misma moneda, Et —explico con calma—, solamente quiero que seas considerado como yo lo he sido contigo.
Me acerco unos pasos, simplemente para tenerlo más al alcance de la vista y lo observo. Su forma de mirarme es fría y calculadora. Está realmente enojado.
—¿Qué recuerdas? —inquiere.
Trago saliva y bajo mi cabeza. No quiero hablar de lo que recuerdo y lo que no, porque lo estoy olvidando, pero sé que si se lo digo, él nunca lo olvidará. ¿De qué sirve lo que recuerdo y lo que no?
—Estábamos en una mesa con Marian —comienzo—, hablábamos de cualquier cosa y bebíamos, Marian se fue por una llamada de la guardia y yo me quedé.
—¿Te quedaste sola con él, en un bar, pasada de copas?
—Sí.
Asiente y desvía su mirada.
—¿Y qué más?
—A partir de ahí me puse peor porque recuerdo bailar, unos flashes, más bebida, luego me sentía mal y ya casi nada —miento.
La realidad es que, luego de unas horas en las que Ethan me dejó en casa, cuando me duché y dormí, comencé a recordar, a pensar con claridad. Fui yo quien besó a Tomy, quien lo apuró, me subí encima suyo en los sofás y prácticamente tuve sexo con la ropa puesta. También recuerdo seguir en su auto, en el ascensor de su casa y por último, su apartamento. Lo recuerdo, recuerdo a Tomy besándome en su cama y subiéndose sobre mí. Recuerdo sus preguntas de "¿Estás bien? ¿Estás segura?" y yo recuerdo las mías insistiendo para que deje de hablar. Estoy condenada. No sé si tuvimos sexo, y tampoco quiero saberlo. Pretendo olvidarlo, y para eso, Ethan tampoco debe saber la verdad. Nunca podrá vivir en paz con mi recuerdo, nunca me perdonará.
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Sempiterno Caos #3
RomanceLa relación entre Ethan y Julieta ha llegado al punto más tóxico, y el hilo se ha cortado. Ambos toman rumbos diferentes e intentan alejarse para así poder lamer sus heridas. Aunque a veces la distancia no lo es todo y ellos los saben, sus caminos s...