Capítulo №4

188 37 4
                                    

Cuando quiero incorporarme rápido en la cama siento un pinchazo en las costillas, inmediatamente vuelvo a recostarme, y como puedo, intento que la situación sea clara. Megan a mi lado se la ve nerviosa, calculo que por lo mismo que creo yo, y Sharon se ha puesto roja del nerviosismo, seguro no se había dado cuenta que Meg estaba aquí. Tobías por otro lado, me observa con rostro de póker, está cruzado de brazos y logro detectar algo de burla en su pequeña y casi imperceptible sonrisa.

—Veo que estás bien acompañado —murmura y se lleva la mano al mentón.

—Vine a visitarlo al igual que tú —espeta Megan mientras se levanta de la cama.

Odio no poder moverme y estar tirado aquí como una momia. Maldita sea, por qué tuvo que venir justo ahora.

—¿Nos dejan solos? —pido amablemente a Sharon y Megan.

Ambas asienten, Megan saluda con la mano avisando que se retira y salen de la habitación. Yo respiro hondo, y haciendo fuerza con los brazos, tomo asiento en la cama, apoyándome en muchos almohadones e impidiendo que mi espalda se curve. Tobías toma asiento en la mitad de ésta, demasiado cerca y con una actitud cínica. Mi pecho sube y baja con dificultad, estoy sumamente nervioso y su mirada de soslayo no ayuda. No sé qué decir o hacer, se siente extraño, no es temor, sino cola de paja.

—¿Cómo estás? —consulta.

—Como ves, ¿realmente te interesa? —pregunto sincero.

Chasquea su lengua y ladea la cabeza.

—Antes de pasar por esa puerta y ver a esa prostituta, sí.

—¿Y ahora? —consulto y no sé por qué siento que voy a llorar de la impotencia.

No puede ser que me afecte tanto, no puede ser que llore por todo como un marica.

—Pues —pone una mano en mi hombro, me mira a los ojos y frunce sus labios—, ahora me vales un verga, sé que mi amistad también te vale un verga, pero créeme que no te considero más un amigo, ni hermano, ni nada.

Paso saliva y siento la gota caer por el ojo lastimado.

—Yo no hacía nada, vino a visitarme —me excuso pero vuelve a chasquear la lengua y negar con la cabeza.

—En realidad no sé lo que ha pasado entre mi hermana y tú, y tampoco quiero hablar de ella porque estaría faltándole al respeto, pero sé que algo has hecho. Y realmente espero que no sea las cosas que se me han pasado por la mente...

—Ella es una mujer, lo que falta es que también te metas en su vida amorosa —espeto—, ¿quieres saber intimidades? Dime si es lo que quieres. ¿Quieres saber por qué estamos separados? —inquiero y niega.

—Yo sólo quiero que te mantengas alejado de mi hermana, que dejes de hacerle daño, porque ella está enamorada de ti, o, de la idea de lo que representas, porque no eres más que un deficiente mental, eres la ilusión de un verdadero hombre.

—¿Vienes a ser el verdugo? —consulto y me apresuro a limpiar mi rostro.

—No, de hecho no tendría que hablar de estos temas, no me corresponden.

—¿A qué has venido entonces?

—A ver a mi amigo triste, a ver cómo estabas porque también eras importante para mí, pero te juro que oír a mi hermanita llorar todas las noches no es agradable, y cuando vengo y te encuentro en la cama con esa ramera que maltrató a Julieta, hace que se le salte la chaveta a cualquiera.

—Voy a arreglar todo con Julieta —aviso y niega con impaciencia.

—Esta vez no harás nada, vas a dejar a mi hermana en paz, ella ha pasado por bastantes cosas en su vida, incluso algunas cosas que ella no sabe aún, y sé que es nada comparado con el suicidio de tu madre, pero cada quien con sus problemas, y tú quieres que ella pague por tus mierdas, quieres que Julieta esté a la altura de un psicólogo para comprenderte y no lo hará, nadie lo hará, porque no tienes cura. Julieta va a encontrar a ese príncipe azul que tanto busca y luego serás el ogro.

Sempiterno Caos #3 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora