Me siento relajada, tranquila y sobre todo, con la consciencia limpia. No iba a soportar mucho tiempo sin decirle la verdad, y que Et la haya perdonado, me hace aún más feliz. En ese momento, cuando dijo que debíamos separarnos, sentí miedo, el mayor miedo de toda mi vida. Porque aunque sabía que no era lo que él realmente quería, existía la posibilidad de que por enojo a lo que había sucedido, tomara esa decisión.
Extrañaba esta gran cama y suaves sábanas impregnadas de su olor. Pensé que nunca más sería merecedora de estar aquí y tener la dicha de dormir con él. Él se encuentra duchándose, yo lo hice en el baño con bañera y lo aguardo aquí, nuevamente ha comenzado a llover y parece que no quiere parar.
Obviamente me quité el pijama y estoy desnuda, tapada hasta el cuello, pero aún así esperando a que Et entre a la cama para tirarme encima. Y estoy totalmente sobria, solamente he tomado el chocolate caliente que él me ha preparado. No sé si se lo espera, a decir verdad esperaba que luego de la reconciliación de la sala me haga el amor ahí mismo, pero no, mantuvo la distancia. No de mala manera, simplemente estuvimos ocupados en otros aspectos, tratando de afirmar y afianzar las cosas con palabras, así como pactos, y el sexo en medio a veces es contraproducente. Pero ahora, los pactos están establecidos, solamente queda sellarlos. Es casi como un casamiento, hasta la noche de bodas no hay nada dicho.
Cuando escucho la puerta me recuesto y hago la dormida, lo veo entrar sigilosamente tan sólo con unos bóxer ajustados y secando su cabello. Revisa su teléfono, toma su píldora y se sienta en la cama dándome la espalda unos segundos. Momento suficiente para destaparme y arrodillarme para abrazarlo por atrás.
—Me asusté —se queja y ríe—, pensé que estabas dormida.
—Soy como una violadora en serie —bromeo y beso su cuello, justo debajo de su oreja.
Masajeo sus hombros y acaricio su espalda con fuerza, mis manos son pequeñas para semejante tamaño.
—Necesito que abusen de mí más seguido —comenta y se estremece—. Hace mucho no me hacen masajes...
Llevo mis manos a su pecho y masajeo sus pectorales una y otra vez hasta llegar a su abdomen. Él está sumamente relajado, pero yo estoy que ardo, no se puede tocar a un hombre así y estar fresca como una lechuga. Tira su cabeza hacia atrás y me deja libre la zona de su nuez de Adán.
—¿Estás desnuda? —pregunta sorprendido—. Tus pezones me ponen la piel de gallina —bromea y termina por hacerme reír.
Estiro mi mano hasta tocar su entrepierna, y después de acariciarlo levemente siento su creciente erección.
—Esto me pone la piel de gallina a mí —susurro en su oído y me acerco a su boca para besarlo.
No es nada nuevo que lo deseo, lo hago desde siempre. Pero algo que le sorprende al mundo y a mí misma, es que lo hago con la misma intensidad de siempre. No hay un grado de hartera o aburrimiento. Ethan me provoca las mismas sensaciones que la primera vez que me tocó, ha sido mi maestro, me ha enseñado todo, inclusive a amar. Creí que yo solamente amaba, que en mí existía ese amor digno de perdonar y soportar, de esperar, de comprender y confiar. Pero Ethan me ha demostrado que él puede más, que con todas sus dificultades internas y externas para demostrar lo que ha sentido, lo ha hecho mejor que yo.
—Te amo tanto —declaro, con el mismo sentimiento que si lo dijera por primera vez.
Ethan hace que me siente a horcajadas sobre él, justo en el borde de la cama. Me abraza y besa el cuello, me vuelve loca, me prepara y pone al límite que él tanto conoce. Beso su mejilla y enredo mis dedos en su suave cabello, lo recorro, vuelvo a conocerlo y, lejos de cualquier acto posesivo, lo declaro como mío, mío por derecho, por corresponderme y porque así lo queremos.
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Sempiterno Caos #3
RomanceLa relación entre Ethan y Julieta ha llegado al punto más tóxico, y el hilo se ha cortado. Ambos toman rumbos diferentes e intentan alejarse para así poder lamer sus heridas. Aunque a veces la distancia no lo es todo y ellos los saben, sus caminos s...