Capítulo №21

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Correr ya no me alcanza. Se siente como si fuese una fatiga, y no por el ejercicio físico, sino por sentirme atrapado. Lento. Muerto. Necesito enfocar la energía creciente de mi pecho, se siente como una bola de fuego quemando, arde y no sé cómo apagarla. Es como si perdiese el tiempo, como si nuevamente las cosas se me escapen entre los dedos. Inseguridad, impotencia, miedo. Podría buscar sinónimos durante todo el día.

En el camino de mi rutina matutina, decidí hacer algo que viene recorriendo el espinel de mi cerebro. Por desgracia esta última semana estuve tan pero tan ocupado con trabajo que no tuve tiempo ni de dormir como debía. Muchos proyectos se me acumularon, trabajos pendientes y demás cosas que dejé de lado por tantos problemas personales.

Cuando llego a la panadería me quito la capucha de la sudadera y también los auriculares. No vengo a comprar, sino a aclarar cosas que luego me traerán problemas. —Más de los que tengo—. Tampoco quiero esperar a que Julieta diga algo, que vuelva a molestarse o haya otro mal entendido. Creo que no hay necesidad de ponerla en esa situación que tantas veces estuvo. Saludo con la mano a Serena que está despachando detrás del mostrador de tortas y ella me lo devuelve al verme. Sonríe demasiado y, llego a sentirme mal, ¿estoy siendo egocéntrico y creído? ¿Y si Serena sólo intenta ser amigable, si me estoy creyendo un cuento que no es y quedo como el ego en persona por creer cualquier cosa?

—¡Hola, Ethan! —saluda con entusiasmo al acercarse. Viene acariciando la vitrina y riéndose de algo que solo ella comprende.

—Hola, Serena —saludo amable—. ¿Estás muy ocupada?

—¿No vienes a comprar? —pregunta sorprendida, sus ojos se ven enormes por la expresión.

—No. Vengo a hablar contigo, pero sino puedo volver al horario de salida...

—¡Para nada! —replica no dejando que acabe—, podemos ahora, ven, en la parte de facturación están las mesas.

—Okey.

Ella sale desde atrás y tras darme una mirada demasiado intensa, pasa por delante y pide que la siga. Ya he estado en este lugar, es donde envuelven los pasteles o guardan las cosas más finas como bombones y eso. Seguro fue en donde puso la nota dentro del envoltorio del pastel. Me arruinó la maldita mañana.

—Toma asiento —pide y ella lo hace.

Iba a negarme pero no quiero ser tan descortés, sobretodo con lo que va a suceder. Es una mesa pequeña, redonda y da a los jardines del lugar. Me sorprende que sea un lugar parecido al jardín japonés de Palermo, el césped, el gran estanque y los pavos.

—¿Es obra tuya? —Señalo al jardín a través del vidrio y tomo asiento.

—Así es —responde orgullosa—, era lo que quería mostrarte.

—Pero... —comento mientras observo el lugar—, dijiste que era tu casa...

—Este es el fondo de mi casa, toda la manzana lo es.

—¿Eres dueña de la pastelería? —consulto sorprendido.

—Mis padres —corrige y sonríe.

—Claro —contesto como un idiota—, pensé que trabajabas aquí...

—Lo hago, no me dejan vivir gratis, mantener pavos cuesta caro —comenta con seriedad pero termino soltando una carcajada.

—Bueno, eso se te da muy bien —afirmo y acompaño con un asentimiento. El lugar parece sacado de un cuento de hadas—. A veces en mis obras piden decoradores, diseñadores o paisajistas, pero casi nunca recomiendo, no me gusta tener responsabilidades de cosas que no sé.

Sempiterno Caos #3 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora